Fuente: www.pichilemunews.cl – 24.10.2021
- Recientemente se cumplió el natalicio 100 del menor de estos tres hermanos que tuvieron en común el amor a las letras -aparte de sus otros amores- y, en un mes más exactamente, el aniversario de su muerte, a quien conocimos y fuimos uno más de sus amigos.
- Si bien, entre los tres su producción literaria suman solo siete libros, no es menos cierto que los dos últimos -Alberto y José- fueron unos prolíficos colaboradores de revistas, diarios y periódicos a lo largo del país.

No es la primera vez que nos referimos a su relación con la literatura -como los hemos hecho en artículos como “Pichilemu y la literatura”, donde hemos destacado a cada uno de sus hijos que han incursionado en las letras. Sin embargo, es primera vez que lo hacemos destacando este aspecto: de tres hermanos literatos.
Cabe señalar, que ellos son parte de 12 hermanos del matrimonio de pichileminos - José Luis Arraño Ortiz y María Soledad Acevedo Caro- esta última familiar de quien fuera el primer Cardenal chileno, su eminencia José María Caro Rodríguez (1866-1958). Una vinculación que era un orgullo para José Arraño, quien escribió un sinnúmero de artículos en sus centenares de colaboraciones para periódicos y diarios a lo largo y ancho del país.

José Luis Arraño Acevedo
De ellos decir, cómo no, que no solo estuvieron dedicados a escribir, pues en estricto rigor sus otros amores fueron -para el primero- la medicina. En efecto, su vocación como médico y de servir a los más desvalidos, lo llevó a aceptar la invitación que le cursara su tío abuelo, a la sazón Obispo de La Serena, monseñor José María Caro, en orden a irse a trabajar al norte chico; afincándose definitivamente en Andacollo. Ello ocurrió en el año 1936 a poco de titularse como médico.
Poco años antes, el año 1934 publicó su primer libro: “Morbus”, obra que recoge parte de sus primeras visiones como estudiante de medicina, describiendo escenas hospitalarias con “profundo contenido humano” de pacientes “que se debatían entre la vida y la muerte”, según reseñó su hermano José en una de sus crónicas para diarios y periódicos.
En 1943 publicó el libro “Calle Abajo” y, en 1966 su novela titulada “Tierra del Oro y de la Virgen”, sobre su segunda patria chica: Andacollo, tierra a la cual brindó su existencia que lo llevó a servir, también, como regidor.
Un año después de publicar su último libro, aquejado por su afición al cigarrillo, murió producto de cáncer al pulmón a la temprana edad de 56 años, el 6 de enero de 1967.
En Andacollo, una escuela y el hospital del lugar perpetúan su nombre como un vivo testimonio a su entrega y servicio por los demás.
Para ser justos, debemos agregar que su trayectoria no solo se remite a la labor de médico, escritor y servidor público. En efecto, debemos señalar que fue parte de la ANEC y fundó la Academia Literaria Carlos Walker Martínez, siendo presidente de esta institución mientras Roque Esteban Scarpa era su secretario; quien como hombre de letras fue poeta, escritor, investigador, docente y llegó a ser director de la Biblioteca Nacional y de la Dibam, Biblioteca, Archivos y Museos.

Cura jesuita
Alberto Arraño Acevedo (1914-1998), nació el 20 de octubre de 1914 en Pichilemu, siendo el quinto de doce hermanos.
Tras cursar su enseñanza primaria en su tierra, en 1927 ingresó como alumno al Seminario Pontificio de Santiago. Diez años después decide hacerse sacerdote jesuita, ingresando como novicio en la comunidad ignaciana en Chillán. Ahí estaba y el terremoto de 1939 le sorprende, debiendo ante la destrucción del plantel emigrar junto a sus compañeros al Colegio Máximo de San Miguel, en Argentina.
A fines de 1940 regresa a Chile como profesor a Puerto Montt en el Colegio San Francisco Javier. Cinco años después vuelve al Colegio argentino; ordenándose sacerdote jesuita el 21 de diciembre de 1946, y oficiando su primera misa al día siguiente.
Regresa a Chile desempeñándose como profesor. Es enviado a Uruguay por dos años y regresa a Chillán como profesor al Colegio-Seminario de Chillán donde permanece por 20 años.
Su labor la continúa en el Colegio San Ignacio, en Alonso Ovalle, de Santiago, como profesor y capellán hasta que, en 1997, resentido por su salud, fallece por incurable enfermedad en la madrugada del 1 de enero de 1998. Sus restos mortales permanecen en el Cementerio General de Santiago.
Así lo cuenta su hermano José Arraño en uno de sus crónicas publicadas a días de su muerte en el Diario La Región de San Fernando.

Escritor e incansable colaborador
Dos son sus obras literarias que llevó a las prensas: El libro “De niño campesino a Cardenal”, donde cuenta desde la infancia hasta llegar a lo más alto de la jerarquía católica de Chile -José María Caro Rodríguez, hijo de Pichilemu- y del librito “El almacén de mi tío Desiderio”, donde publica una selección de sus estampas pueblerinas y campestres, que publicó en la prensa nacional.
Son, precisamente, estas crónicas y artículos que publicó durante décadas, religiosamente, en diarios, revistas y periódicos los que le valieron el reconocimiento entre sus iguales, por su pluma que en cada escrito trazaba con talento y soltura, adentrándose en los recovecos de las actividades más simples y nobles del campo chileno.
En su trayectoria literaria fue miembro de la SECH, Unión de Escritores Americanos, Pen Club de Chile. Diversos diccionarios literarios traen referencias sobre su personalidad, como el compuesto por el polaco Efraín Szmulewicz.

José Santos Arraño Acevedo, “Qué lindo es Pichilemu”
Decir “que lindo es Pichilemu” -para muchos- es evocar automáticamente el programa radial que por años -primero- en Radio “Atardecer” FM y luego en Radio “Entre Olas” FM que semanalmente llevaba la característica voz y figura del escritor local José Arraño.
Su vinculación a los medios de comunicación, se remonta al año 1944 cuando motivado por su amigo y servidor público -el funcionario municipal Carlos Rojas Pavez- lo embarcó como colaborador junto a Miguel Larravide Blanco, en la fundación del periódico “PICHILEMU”.
Ahí empezó a escribir en la efímera primera etapa que culminó ese mismo año, al cabo de ocho ediciones. Periódico que intentó revivir el año 1949 con un número y que permaneció durmiendo hasta el año 1986 cuando -tras adquirir los derechos de manos de su fundador- lo volvimos a editar hasta el año 1990. Y el año 1996 con un número. Labor que tras el advenimiento de nuevas tecnologías, fundamos www.pichilemunews.cl como su edición online, siendo el primer medio de este tipo en nuestra región.
Gracias a la amistad que surgió en los años '70, al asumir la Corresponsalía para el Diario La Tercera el año 1975 hasta los '90, dimos espacio a don José -como era nuestro trato- en la edición impresa del periódico “Pichilemu”, cada vez que quiso entregar su colaboración. Años en que -cada vez que visitábamos su casa y oficina- estaba despachando colaboraciones y pegando estampillas para enviar por Correo a diversas ciudades, dirigida a los directores de diarios y periódicos.
Ello no era óbice para compartir largas y entretenidas conversaciones.

La “Peste”
Su particular habilidad para escribir y un humor que dejaba traslucir en algunas de sus crónicas y artículos eran de nota. Recuerdo uno que se refería a la participación del “Cura Lisboa”, quien fue Capellán de las tropas insurrectas contra el Presidente José Manuel Balmaceda -y recomiendo buscarla- es “notable”.
Relata toda la odisea que representó traer campesinos, huasos -desde Peumo al Puerto de Pichilemu- a caballo y a su madre, de avanzada edad -en una calesa- para alcanzar a embarcarse en el transporte “Maipo” que -según los preparativos- les esperaría surto en la bahía pichilemina en la madrugada del 10 de marzo de 1891; mientras evitaban encontrarse en el camino con fuerzas leales al gobierno constitucional.
Como se sabe, lograron embarcarse con éxito en el barco que emprendió rumbo al norte, para preparar al contingente y estar disponible ante las fuerzas oficialistas. Y, bueno, cuando llegaron las tropas leales al Presidente Balmaceda, enviadas en su percusión por el Intendente de Colchagua, Ánjel (sic) Concha, tras informar de aquello se les ordenó incendiar las instalaciones del Puerto para así evitar nuevos embarques. Fue el triste final de esas instalaciones.
Concluida la revolución de 1891, elegido como diputado por Caupolicán, el dueño del Puerto -Daniel Ortúzar- logró una indemnización por la destrucción del Puerto, para que lo reconstruyera; pero -como lo refieren publicaciones de la época- quedó tan mal construido que el embate de las olas lo fue dejando en condiciones que era un peligro; razón por la cual finalmente hubo que desmantelarlo. Fierros que quedaron por años a la vista de todos, fueron desapareciendo por la corrosión, en tanto unos cuatro permanecen bajo la arena en el sector donde están las pesebreras de los “caballos en arriendo”.
¿Y la “peste”?
“Yo nací en el año de la peste” fue el título de una de las centenares de crónicas publicadas por José Arraño en los diarios principalmente provincianos donde era habitual colaborador. Se refería a su nacimiento, ocurrido en la Quebrada del Nuevo Reino, lugar donde su madre se refugió el año 1921 para evitar contagiarse con esa peste que asoló a nuestro país, y donde murieron miles de chilenos.
En ese lugar rural, al nor-este de nuestra comuna, se encuentra -aunque en ruinas, lamentablemente- la casa del abuelo del Cardenal Caro. Y que en razón de estar emparentada su madre María Soledad Acevedo Caro, fue recibida allí hasta dar a luz al futuro escritor y cronista.
Su primer libro, “Pichilemu y sus alrededores turísticos” fue publicado en 1999, en la Editora e Imprenta El Promaucae de Pichilemu. Publicación que es un compilado y selección de publicaciones realizadas en diarios y periódicos.
En tanto su libro “Hombres y Cosas de Pichilemu”, publicado el año 2003, estuvo bajo la edición de su hijo José Luis, diseñador gráfico, imprimiéndolo en Santiago. También es una selección de publicaciones, pero referidas a diversos personajes relacionados con la comuna.
Su trabajo como colaborador tuvo como principales destinos a Las Últimas Noticias en Santiago, El Rancagüino de Rancagua, El Sur de Concepción, La Prensa de Curicó, La Discusión de Chillán, La Región (hoy Diario VI Región) de San Fernando, entre otros. Fue miembro de la Sociedad de Escritores de Rancagua desde su año de fundación, 1979.

Reconocimientos
Fuimos testigo de al menos dos intentos de reconocimientos a su labor en pro de la divulgación de Pichilemu a través de la prensa primero y luego a través de radios locales; pero lejos de “contentarlo” con el honor, lo ponía mal. Alguna vez al menos, escribimos que su “natural” modestia lo hicieron rehusar el reconocimiento que -durante el período del gobierno militar- instituyó “Medalla 11 de Septiembre” para celebrar la fecha y a personas destacadas en cada comuna del país.
No recuerdo que, llegada la democracia, haya sido distinguido con un reconocimiento. Y, si bien ya no está con nosotros, nunca es tarde para reconocer en forma póstuma su gran labor de difusor de su querida tierra, que cada semana por las ondas radiales lo hacían decir “Qué lindo es Pichilemu”.

Fotografías: WSG/Archivo “pichilemunews”