Sábado, 20, Abr, 1:33 AM

Desde Berlín, Alemania.

Estimado señor Director de Pichilemu News.

Como siempre, a diario pendiente del acontecer pichilemino, he leído con gran entusiasmo en su página online, su artículo sobre la historia de las reinas del verano pichilemino.

Lo felicito con entusiasmo. Está muy bien escrito. Para mi ha sido un recordatorio de alegrías de nuestra juventud que, con usted en algún momento compartimos, incluso con su honorable padre, Don Washingtón Saldías que después fue alcalde de Pichilemu, hasta rozar con el golpe Militar, que por ser un hombre de principios humanitarios como socialista, nunca fue molestado pues se le comprobó una periodo limpio en todas sus actuaciones. Muy honroso recuerdo para sus descendientes.

Recuerdo que ese año cuando fue elegida reina Rosita Leyva, yo estaba en Pichilemu, y fui colaborador de su campaña, la que es parte de mis hermosos recuerdos pichileminos y de calidad emocional por la amistad que muchos me brindaban, cuando venía de Buenos Aires hasta Pichilemu buscando reincorporarme a mis parientes y al pueblo de mis mayores.

Nos subíamos a las micros que entraban y las que salían por el bajo en la esquina de la casa de Aliro Miranda Gaete. Yo cantaba guitarra en manos, cuando ya tenía compuesta esa tonada “QUIERO VOLVER A PICHILEMU” y “NOCHES DE PICHILEMU” , incluso ya memorizado el vals de Hugo Díaz Girón “INVIERNO CRUEL”. Recuerdo, entre otros memorables momentos, que unos muchachos que se volvían a San Fernando al ver nuestra alegría, la sana acción junto a la belleza de Rosita Leyva, decidieron interrumpir el regreso a su hogar y se pusieron a cantar a grito pelado el estribillo de la canción “Quiero volver a Pichilemu”, integrándose a la campaña del grupo recolector de dinero para la candidata a Reina y se quedaron una semana más, compartiendo con nosotros, ese fin de febrero casi muriendo por la escasez de turistas.

Fue el año en que me peleé con el guatón Donoso allá en Ciruelo, cuando, sin saber encontré una masa de carreta, que estaba de adorno en la puerta de su casa, yo creyendo que era algo perdido, la tomé y me la traje a Pichilemu como adorno para el Hotel Ross a cargo del Beto González, el aviador hijo del dueño del hotel. El guatón al día siguiente me acuso al juez que era don Washingtón Saldías, padre suyo señor Director, quien me conminó a ser detenido por robar en casa ajena. Ante mi estupor y deseos de devolver esa masa de carreta, me dejó libre.

El señor juez, entonces, se levanto de su asiento, vino hacia mi y dándome un abrazo, me felicitó calurosamente, porque nadie, nunca, le había pegado un combo, o dos o tres, como yo lo hice, a ese tremendo huaso, el más insolente, agresivo de cuantos pichileminos se cruzaban en su camino. Esa libertad me permitió seguir en la campaña de Rosita Leyva y logramos que fuera elegida

Como corolario de estos bellos recuerdos pichileminos, viviendo tan lejos, le agradezco que haya despertado todas las gratas visiones de mi juventud. Su artículo merece ser estudiado por los escolares, pues es historia viva del amor por nuestros pueblo, por lo bien escrito, porque da motivos para sentirse orgulloso de amar a Pichilemu, por lo que no tengo reparos en decir que “esos tiempos pasados eran mejores” por solidarios y la motivación juvenil de vivir con alegría. Si no se escribieran no tendríamos historias, nada que contar. Así que otra vez, gracias y felicitaciones.

Muchas gracias.

Jorge Aravena Llanca
HIJO ILUSTRE DE PICHILEMU.