Lunes, 29, Abr, 2:31 PM

Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Fortunato Bobadilla Acevedo (*) – 05.08.2023
- Dentro de la convulsionada vida republicana como país, que venía acrecentándose a través de los más diversos ámbitos del quehacer nacional, a raíz de las demandas sociales y políticas, muchas actividades fueron -de alguna manera- trastocadas para bien o para mal, como en este caso, medios de comunicación. Precisamente, este relato -en primera persona- trata sobre la Corporación de Televisión de la Universidad de Chile.
- Es un relato de 38 páginas que entregaremos durante el mes de agosto, cada sábado, dividiendo sus capítulos, de tal forma que sea más liviano para nuestros lectores.

Primera y Segunda Parte:

CORPORACIÓN DE TELEVISIÓN UNIVERSIDAD DE CHILE: 1970-1974

“En Vichuquén, a 31 de julio de 1942. El párroco Ramiro Muñoz bautizó solemnemente a Fortunato Arsenio, que nació el 12 de junio del presente año, hijo legítimo de D. Fortunato Bobadilla y de doña Sara Acevedo. Sus padrinos son D. Celín Toledo y doña Auristela Toledo”.
El día de mi nacimiento establecido por el párroco Muñoz coincide con el mismo día del cumpleaños número trece de Ana Frank, que residía en Holanda y que como regalo recibió un diario en blanco sobre el cual ella iría dejando constancia de los dramáticos sucesos que vivió en cautiverio. No pretendo seguir sus pasos en el sentido de relatar cuanta impresión surja de los hechos actuales derivados del coronavirus y que afectan a tanta gente, salvo si en cuanto a escribir acerca de ciertas facetas de años pasados. Antes de continuar, creo del caso precisar que en la libreta de matrimonio de mis padres consta que nací en julio, un día domingo como recordaba mamá, y no en junio, y también que oficialmente mi segundo nombre se escribe como Arcenio, con “c”. Lo bueno es que el cambio de mes ha implicado una doble celebración de cada cumpleaños, en junio y julio.
Las referidas facetas respecto de las cuales deseo escribir las centraré en los años 1970 a 1974, correspondientes a un período que relacionaré con los canales de televisión de la Universidad de Chile, en las frecuencias 9 y 6. De paso podría decirse que rellenaré el vacío del trabajo titulado “El canal de la Chile” en lo referente a esos años y cuyos autores Liencura y Thiers presentaron como memoria para optar a sus títulos de periodista. También corregiré sobre la base de documentación el error que cometieron en la página 137, en cuanto afirman que: “en el puesto de director estaba Daniel Galleguillos” (Falso: Daniel era sólo un reportero).

1.TRAYECTORIA PREVIA DEL AUTOR
AÑOS 1942 A 1953
En septiembre de 1942 la función de telegrafista que ejercía mamá en Vichuquén cambió a la de jefe de Correos y Telégrafos en Pichilemu. Acá mis padres arrendaron una casa y en la cual pasé los primeros años de vida junto a ellos, a mis hermanas y hermanos, y a nuestras dos queridas nanas. Los recuerdos de mi niñez datan de aquel día en que mis primas Becker me sacaron de la cuna para preguntarme con insistencia a cuál de ellas quería más (me costó mucho responderles, pero al final lo dije: Tina). Podría enumerar otros recuerdos, como por ejemplo que arranqué a los brazos de mi nana Menche cuando vi la luz de los relámpagos y sentí el ruido de los truenos por primera vez, que temí ser castigado por haber soltado una tecla del piano de la tía Margarita, que caí violentamente al intentar montar un burro, y que al elevar un volantín y retroceder, porque corría poco viento, caí de espaldas en una mata de espinas (el párroco Jaime que observaba a distancia reía a carcajadas).

A medida que crecía pude ayudar a mamá en la recepción y cobro de telegramas al público y, en ausencia del cartero, repartiendo cartas y telegramas a domicilio, a pie o en bicicleta. En cuanto a papá, un huaso, serían innumerables las situaciones que podría narrar, porque junto a mi hermano Pancho nos hizo partícipes de su entusiasmo y alegría en juegos de rayuela, asados, carreras de caballo a la chilena, cacerías, etcétera, y viajes a caballo de corta distancia y otros hasta Vichuquén. Nos faltó sin embargo materializar el viaje a caballo que pensábamos hacer desde Pichilemu a Talca.

La vida escolar la comencé en el Colegio de la Preciosa Sangre, cuando partimos siendo cuatro alumnos (dos mujeres y dos varones). Después ingresaron más, principalmente mujeres. Debido a que se me presentó un problema frente a ellas, sentí vergüenza y no pude continuar. Pasé entonces a la escuela pública, que era únicamente de hombres, y allí permanecí hasta concluir en el año 1953 el sexto año de preparatoria. En Pichilemu no existían estudios superiores, pero podría seguirlos en otro lugar.

AÑOS 1954 A 1960
En marzo de 1954 mis padres, hermanos y mi nana Menche me acompañaron hasta la estación de ferrocarriles porque viajaba a estudiar a Talca. Allá fui recibido por mi abuela Magdalena en la casa de calles 6 norte con 4 oriente que ella y otros familiares habitaban.

Ingresé como alumno del Instituto Comercial, el cual tenía su entrada principal en calle 1 poniente, entre las calles 4 y 3 norte. Día tras día caminé hasta el Instituto, en la jornada de la mañana y en la jornada de la tarde, y durante los siete años que duró la carrera de contador. Sacando cuentas (la calle 4 norte corresponde a una amplia alameda) caminaba cerca de cuatro kilómetros cada día. Como estudiaba con ganas, en los estudios me fue como debía irme: bien. Mis padres recibían con alegría cualquier buen resultado obtenido y yo tenía la gran motivación de lograr ser eximido de rendir los exámenes de fin de año. De los siete años pude lograrlo en cinco y ello significó que en cada uno de esos años pude participar de las festividades de San Andrés los días 30 de noviembre, y satisfacer mi hobby, montando más días a caballo.

Tanto el título de contador como la licencia secundaria comercial me fueron extendidos por el Ministerio de Educación Pública, con fechas 3 de abril y 15 de mayo de 1961, respectivamente.
Reproduzco a continuación la mayor parte del certificado que me fuera extendido con fecha 25 de mayo de 1961:
“Samuel Jiménez Sepúlveda, director del Instituto Comercial de Talca, que suscribe, se complace en certificar que:
El señor Fortunato Bobadilla Acevedo egresó en diciembre de 1960, de este Instituto Comercial, especialidad de contadores, después de cursar satisfactoriamente el plan de estudios de 7 años de la enseñanza comercial,
En consecuencia, el mencionado exalumno se encuentra en posesión de la licencia secundaria comercial, y
Hace propicia la oportunidad para dejar constancia que el señor Bobadilla fue el mejor alumno de la mencionada especialidad, en el año 1960”.

AÑOS 1961 A 1966
En los primeros meses del año 1961 preparé de la mejor forma posible el bachillerato en matemáticas, porque era fundamental aprobarlo para optar a alguna carrera universitaria. El bachillerato en economía, más afín a mi formación, había sido suspendido. No fue nada de fácil el proceso, en parte porque sacrificaba vacaciones para trasladarme a Santiago, pero en lo esencial porque el bachillerato en matemáticas implicaba el estudio de ciertas materias que desconocía casi por completo. Aunque sólo obtuve el puntaje mínimo (20 puntos), fue suficiente para ser aceptado como alumno en la Escuela de Economía de la Universidad de Chile, en la carrera de ingeniería comercial, a partir del semestre primavera del referido año.

Habité primero en una casa de Conchalí y más adelante viví en pensiones de calle Catedral, calle Compañía y pasaje Valentín Letelier, estando ubicada esta última a escasos metros del Palacio de La Moneda. Compañeros de curso, provincianos como yo, me invitaron a postular como residente del Hogar Universitario Rafael Correa Fuenzalida, conocido como Pensionado. Fui aceptado y desde entonces todo resultó mejor: la dirección del Pensionado era Av. República 550 y la de la Escuela de Economía Av. República 517, o sea, al frente. No sólo ahorraba dinero y tiempo de traslado, había 35 o 36 residentes más que estudiaban la misma carrera, contábamos con agua caliente, lavandería, buena alimentación, sala de estudios, mesas de pin pon y tableros de ajedrez, equipo de música, un amplio salón de estar, teléfono; en resumen, un lugar hermoso y acogedor. La administración recaía en nosotros mismos. En lo personal estuve primero a cargo de calcular los costos y después llegué a ocupar la presidencia en dos períodos no consecutivos.

Siendo alumno fui ayudante de asignaturas, profesor de la Escuela de Cooperativas y del Instituto de Capacitación Comercial y Bancaria, y reemplacé incluso por un semestre completo a un profesor de mí misma carrera. Realicé encuestas y trabajé como auditor de una empresa de tamaño medio. Cuando cursaba el noveno semestre formé parte del equipo de trabajo del Instituto de Organización y Administración de Empresas (Insora), para la auditoría que debía realizarse a la Hotelera Nacional Sociedad Anónima (Honsa), dependiente de la Corporación de Fomento a la Producción (Corfo). Dentro de la gran cantidad de hosterías y hoteles de la Hotelera, optamos por auditar la casa matriz y los siguientes hoteles: Turismo en Antofagasta, Plaza en Talca, Pedro de Valdivia en Valdivia, Puerto Varas en Puerto Varas y Pérez Rosales en Puerto Montt. Yo trabajé en los dos últimos. Nota: Debido a que el concepto administración incluye a la organización, el nombre del referido Instituto ha quedado en desuso y ha sido reemplazado por Departamento de Administración.

En el semestre otoño de 1966 egresé de la carrera de ingeniería comercial, cuya duración normal es de diez semestres, y sin haber repetido asignatura alguna.

AÑOS 1966 A 1969
Aunque a los pocos días de egresar de la carrera de ingeniería comercial ingresé en calidad de ayudante de investigación al Departamento de Administración de la Facultad de Ciencias Económicas, yo diría que tal ingreso no ocurrió de manera regular. En efecto, postulé a llenar la vacante que se ofrecía allí, pero perdí frente a otro colega que si ganó el concurso.
Bueno, me dije, yo siempre quise ser marino y ya no es posible; y me gustaría trabajar ahora en una fábrica o en alguna empresa minera, pero de ninguna manera en administración pública. Lo curioso fue que me ofrecieron otro cargo, sin concurso, para participar de una asesoría al Ministerio de Salud y lo acepté: no podía oponerme al requerimiento de tres apreciados profesores. Acompañé a un colega en una serie de entrevistas realizadas a ejecutivos del área y realicé un análisis financiero del sector salud.
Participé en seguida de la investigación titulada “Uso de técnicas de administración de la producción en la mediana y gran empresa nacional” y de un proyecto de turismo elaborado para la Junta de Adelanto de Arica, y diseñé un manual de auditoría para la Superintendencia de Seguridad Social, entre otras investigaciones y asesorías menores.

Impartí docencia de pregrado en las carreras de ingeniería comercial y contador auditor, y de postgrado en el Programa de Administración para Graduados (Pag). En este Programa me desempeñé también como director de estudios. Agregaría, finalmente, que escribí artículos docentes y que cumplí una extensa actividad en calidad de relator de seminarios de capacitación.

2.ASESOR DE LA TESORERÍA GENERAL
A mediados del año 1969 un colega me planteó proponerme para el cargo de asesor de la Tesorería General de la Universidad de Chile, debido a que acababa de recibir una doble confirmación laboral: la que ahora me ofrecía a mí y otro cargo en Washington, más interesante y que le permitiría trabajar junto a su hermano mayor. La decisión la tomaría don Edgardo Boeninger, ex decano de la Facultad de Ciencias Económicas y respecto de quien ya había conocido en dos ocasiones especiales: una, cuando le invité a visitar el Pensionado, y otra, en el patio de la Escuela de Economía, rodeado de alumnos y extraordinariamente feliz mientras la dama que le acompañaba interpretaba la canción “Recuerdos de Ypacaraí”.

Al ser confirmado en el cargo de asesor, visité de inmediato a quien ya ocupaba un cargo similar y él me informó que el trabajo urgente a desarrollar consistía en el diseño e implementación de un nuevo sistema de registro presupuestario y contable, acorde a las normas impartidas por la Contraloría General de la República. De esta manera el nuevo sistema reemplazaría al complejo sistema de registro que imperaba en la Universidad. Al día siguiente quedé a cargo de todo el trabajo, porque el asesor anterior se abocó de lleno al Departamento de Televisión (Canal 9), en donde cumplía también con las funciones de director general. El trabajo fue arduo, pero logré el objetivo gracias a que conté con excelentes colaboradores.

El cargo de asesor implicaba asimismo dar cumplimiento a otras funciones de importancia, como lo era la preparación de informes financieros para el rector. De hecho, el primer informe de esta naturaleza que preparé fue uno que entregué al rector Ruy Barbosa y que él con gran maestría lo utilizó al hacer abandono de su cargo. Además, con relativa frecuencia debía participar en la elaboración de respuestas a las llamadas “observaciones o reparos” que la Contraloría General de la República formulaba respecto de asuntos financieros o administrativos. Y, a fin de año, se constituía un equipo de trabajo cuya finalidad consistía en calcular y analizar los superávit o déficit que se ocasionaban en los distintos servicios universitarios. Los principales superávits servían para cubrir parte de los siempre elevados déficits del Hospital Joaquín Aguirre y del Canal 9 de Televisión.

En junio de 1970 el publicista Jaime Celedón resolvió renunciar al cargo de director general del Canal 9 de Televisión, habiéndolo desempeñado por un período aproximado de seis meses. Se mantenía así la tendencia de un director general en promedio por año. Como consecuencia de ello, el Consejo Superior de la Universidad dispuso crear una comisión de estudios y que tuviera por finalidad lo siguiente: a) analizar la programación del Canal 9, b) establecer la magnitud y las causas del déficit, y c) proponer las medidas correctivas a que hubiere lugar. La referida comisión quedó integrada por Félix Schwartzmann, miembro del Consejo Superior; Daniel Garro, jefe de la sección egresos de la Tesorería General; y el suscrito. Jaime Celedón, en su calidad de director dimisionario, envió el siguiente memorándum al jefe administrativo y copias para los miembros de la comisión:
“Comunico a usted que a contar de esta fecha (1 de julio de 1970) todo documento que signifique compromiso económico para el Canal y cualquier cheque que gire el Departamento de Televisión, deberá tener la autorización del profesor Félix Schwartzmann o de quien él designe, para que sean firmados por el suscrito”.

Félix hizo interesantes aportes en la que fue la única reunión que sostuvimos con él. Después el trabajo quedó sólo en las manos de Daniel y en las mías. Recabamos diferentes antecedentes escritos e intercambiamos puntos de vista con periodistas, productores y directores de programas, miembros de la directiva del sindicato de trabajadores, etcétera, llegando a la conclusión de que en general coincidíamos en la existencia de un déficit, pero desconocían ellos y nosotros la cifra respecto de la cual podríamos estar hablando. Había quienes simplemente sostenían que el déficit se originaba porque la Universidad no les otorgaba los recursos suficientes para operar. Para nosotros, en cambio, existía un cúmulo de situaciones anómalas, imputables quizás a más de una administración pasada y dentro de las cuales destacaban las siguientes: a) el matinal se transmitía sin ningún tipo de apoyo financiero, es decir, ni spot ni auspicios publicitarios; b) series de televisión importantes, tales como “El virginiano”, “Viaje a las estrellas”, “Los intocables”, “Jim West” y “Mannix”, aparecían programadas en horarios claramente inadecuados; c) existían contratos de exhibición de películas pactados a precios excesivamente altos o las películas eran de baja calidad y en cantidad superior a las necesidades; d) en los programas en vivo tendían a repetirse las mismas personas y con elevados honorarios; e) el proceso de facturación y de recepción de dinero por pagos de la publicidad recaía en una misma persona, lo cual facilitaba la ocurrencia de delitos; y f) habían apropiaciones indebidas de los funcionarios tanto de bienes como de servicios que el Canal recibía en canje por publicidad (por ejemplo, madera de alerce, pasajes aéreos y consumo en Establecimientos Oriente).

En una de las reuniones el periodista Augusto Olivares nos dijo: “reconozco que ustedes son técnicos y que actúan de buena fe, pero nuestro problema no es ustedes: es Boeninger”. El rector concurrió a los pocos días al Canal y sostuvo una reunión con un grupo de periodistas. Hubo bastante tensión cuando él puso el énfasis en los dos puntos clave: el pluralismo que debiera imperar y la necesidad de disminuir el horario de las transmisiones.
El 14 de julio de 1970 concluimos nuestro trabajo. Redacté personalmente el informe, lo hice reproducir y a eso de las 19:30 horas entregué la totalidad de los ejemplares a Danilo Salcedo para que los guardara con llaves en su oficina. No entiendo cómo fue que el informe completo apareciera publicado al día siguiente en El Mercurio, páginas 25 y 30, destacando el déficit de E°13.287.369 que estimé para el año.

Se debatió el informe en el Consejo Superior y hubo reacciones a lo resuelto, como por ejemplo aquellas que constan en las extensas publicaciones de prensa del 24 de julio (La Segunda y Las Noticias de Última Hora). Una de tales publicaciones se puede resumir como sigue:
“La asamblea del personal del Canal 9 de Televisión acordó no acatar la determinación del Consejo de la Universidad de Chile que resolvió reducir a cuatro horas la programación de la estación laica. Mientras tanto, se observan dos tendencias entre los trabajadores de ese canal: los que desean a toda costa mantener la marcha de la estación y los que quieren reivindicaciones tomando la vía violenta, incluyendo la ocupación de las oficinas”. (La Segunda).

El rector, de su puño y letra el puso en una copia del informe mi nombre para que yo ocupara el cargo de director general del Canal 9. Sin embargo, le pedí a Daniel que mejor asumiera él y así ocurrió. Al cabo de unos meses Daniel fue reemplazado en el cargo por Carlos Sancho, abogado del Departamento de Asesoría Jurídica y que regresaba de una estadía en España. Las referencias acerca de la televisión continuaron siendo parte de los temas que abordaba el Consejo Superior y de hecho se suscitaban discusiones dentro y fuera de él al respecto. Con todo era grato observar que personas de posición política disímil, como la del doctor Enrique Paris, de la unidad popular (UP) y la del rector, del frente universitario (FU = PDC + PN), manifestaran abiertamente su amistad.

Durante el período 12 de julio al 10 de septiembre de 1971 suspendí las actividades regulares para participar en representación de la Universidad en el curso “Contabilidad y Auditoría de Cuentas Públicas”, impartido conjuntamente por la Contraloría General de la República y el Centro Interamericano de Administración Pública (proyecto 214 de la Organización de los Estados Americanos).

Las materias cursadas fueron las siguientes: Nociones de Derecho Administrativo, Aspectos Sociopolíticos del Desarrollo Económico, Nociones de Economía y Cuentas Nacionales, Teoría Administrativa, Elementos de Dirección y Supervisión, Programación y Administración Presupuestaria, Contabilidad Pública, Contabilidad de Costos, Sistema de Información y Procesamiento de Datos, Nociones de Investigación Operativa y Auditoría de Gobierno.

Seminario

Suelo mantener una buena relación con todas las personas, independientemente de cuáles sean sus inclinaciones políticas. Así sucedió frente a los demás alumnos que participaron en el curso anterior y que representaban a distintas reparticiones públicas. Un empleado de la Tesorería General acostumbraba a decirme en voz alta, desde un extremo a otro del patio principal de la Casa Central: “Fortunato, ¿cómo estamos los radicales?”. De modo que no fue nada extraño que un ex residente del Pensionado, sabiendo que no simpatizaba con el gobierno de la UP, me visitara para pedirme que diera una charla orientadora a los trabajadores de una fábrica tomada, porque no tenía a nadie más a quien recurrir. No obstante que a esos trabajadores les hice notar que yo no era su “compañero”, igualmente me acogieron bien, al punto de que lo que debió ser una hora de orientación se extendió a más de tres. Desconozco lo que hicieron después.

Desde el punto de vista familiar diría que enfrentábamos serias dificultades para conseguir alimentos y demás productos básicos, en parte porque nos resistíamos de abastecernos del mercado negro. La abundancia que había en las despensas de personas conocidas contrastaba con la escasez que teníamos en casa. Un panadero nos dejaba a veces una marraqueta, mis padres nos enviaban algunos alimentos en bus desde Pichilemu y lo demás lo adquiríamos en el supermercado o haciendo las tradicionales filas en los negocios del barrio. Esta era una de las razones principales por la cuales mi afinidad por el FU se acrecentaba cada día más.

(*): Contador Auditor – ex académico U. de Chile, U. de Talca y Usach

Continuará ….