Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Mario Isidro Moreno (*) – 25.10.2025
Pichilemu significa “bosque pequeño” en mapudungun.
Ese bosque pequeño lo recorrí muchas veces cuando niño, bajando las gradas de la escala que conducía a la extensa playa que, al recorrerla, me encontraba con los pescadores que vendían el sabroso cochayuyo y el exquisito ulte, esa alga marina comestible, específicamente el tallo o la parte central del cochayuyo, que yo pelaba y lo consumía crudo con deleite.
Al recordar algunas amistades de ese balneario, además de mis compadres de Pueblo Viudas, cuyo varón fue cantante de tangos en locales nocturnos del balneario, tuve algunos afectos pichileminos que marcaron mi vida desde niño.
Flavia, Yolanda y René Muñoz Valenzuela, integrantes de una hermosa familia amiga procedente de la Isla del Guindo, con cuyos hermanos menores estudié en Santa Cruz y a los cuales visitaba en vacaciones cuando yo residía en la capital.
En la década del 40, vivíamos con mi madre Olegaria, en Santa Cruz, donde ella instaló un pequeño almacén. El inmueble se ubicaba inmediatamente en la margen oeste del estero Guirivilo, frente al terreno donde hoy se encuentra el Museo de Colchagua, antiguas viñas de don Exequiel Fernández.
Hasta nuestra casa, llegaban periódicamente Flavia y Yolanda a visitarnos y al mismo tiempo a interiorizarse del manejo de nuestro negocio ya que sus planes futuros era también instalarse en algún lugar con una empresa de estas características.
Con mis seis o siete años, y mi característica de hijo “mimado y consentido”, aprovechaba la visita de estas niñas para regalonear con sus atenciones. A la hora del té, me convidaban mate, pero con la condición de no salir a la intemperie hasta lo menos una hora de finalizada la actividad, a fin de prevenir que no me diera un aire y quedara con “la boca chueca”.
Llegada la hora de ir a la cama, mi petición a las hermanas era que me narraran algún cuento para quedarme dormido. Mis preferidos eran los de Iván el Tonto. Creo que las damas Muñoz se basaban en los relatos de León Tolstói que cuenta las aventuras de este personaje del folclor ruso, ingenuo, pero muy afortunado.
Un día, Flavia, Yolanda y René se ausentaron y no supe de ellos hasta que una vez que visité Pichilemu, los encontré instalados con negocios en la Avenida Ortúzar esquina Primer Centenario (ex Arturo Prat desde 1991).
Me admiré que mi antigua amiga, la señorita Flavia era ya un personaje público que incluso se presentó en alguna oportunidad como candidata a Regidora.
Cuando fui a saludarla a su casa, recordamos con nostalgia los tiempos pasados, pero no hubo mate ni cuentos de Iván, pero sí la calidez de las añoranzas de mi vida de niño y los sueños que cumplieron los hermanos al instalarse con sus respectivos y prósperos negocios, en la famosa ciudad turística de Pichilemu, orgullo nacional por su tradición salinera y ser la capital mundial del surf.
Satisfacción personal, es que mi amiga Flavia Muñoz Valenzuela, haya sido considerada en la publicación de www.pichilemunews.cl. “Protagonistas Pichileminos Cuentan su Historia”.
(*): Escritor e investigador santacruzano, radicado en Punta Arenas desde el año 1967.
Fotografía: Archivo “Pichilemunews”.
