
Fuente: www.pichilemunews.cl – 30.01.2023
– Una amplia variedad de souvenirs y objetos -rotulados como de Pichilemu, Punta de Lobos y Cáhuil- están prácticamente en los cuatro puntos cardinales de la comuna. Nos referimos a las ferias artesanales donde el visitante, veraneante o turista puede regodearse ya para adornar un rincón en su hogar o simplemente para llevar a sus relaciones.
– Y, obvio, aunque no pudimos alcanzar a visitar a las artesanas Gladys Orrego y familia, a Marcela Urzúa -entre otras decenas de artesanas en Pañul- está la artesanía en arcilla que se fabrica en el lugar, que desde la visión del alcalde Orlando Cornejo, en los años ’90, se les enseñó a decenas de personas a sacarle partido a esa materia prima que, por décadas se usó casi exclusivamente en fabricar artefactos sanitarios en Penco y en Santiago por sus valiosas características hasta hoy. Como también en refractarios.
“Los recuerdos y/o souvenirs” que cada cual suele comprar, para llevarlos y regalar a seres queridos, cercanos y/o amistades para testimoniar que se estuvo en determinado lugar, es una costumbre que viene desde hace miles de años.
En efecto, baste recordar que los llamados Reyes Magos -que eran comerciantes de tierras lejanas- tras recibir “una señal” aparecieron días después del nacimiento del Niño Jesús en el pesebre de Belén y, junto con saludar y presentarse ante José y María, dejaron obsequios que llevaban para comercializar, como un testimonio y regalo hacia la creatura. (Ante este recuerdo, a manera de introducción, aflora la pregunta: ¿por qué no regalaron -en lugar de mirra, oro e incienso- algo más útil, como telas, perfume o especies alimenticias; sin duda más apropiadas y necesarias …?).
Bueno, lo anterior es simplemente para dar una hilvanada al tema que nos ocupa y que, el primer domingo de enero que está concluyendo de este año 2023, pudimos constatar al recorrer junto a mi nieta parte de la Avenida Costanera, la Terraza, entre otros sectores.
Y, para donde uno mirara había locales, kioscos, puestos con artesanía con motivos diversos, entre los cuales el tema del surf estaba en la mayoría de los objetos a la vista. También, poleras y otros souvenir. Muchos de los cuales -aun de diferentes dueños y artesanos- “salidos de la misma mano” por decirlo de alguna manera. Lo que indica, que no todos son genuinamente artesanos, sino muchos que se dedican a vender productos artesanales y/o semi artesanales; lo cual no cuestionamos bajo ningún punto, pues se están ganando la vida honradamente.
Otros, al observar algún detalle, antes que uno pregunte explican que ellos compran a otro, en bruto, y que luego ellos los barnizan o pintan para terminarlos.
Cientos
Si queremos destacar que, la amplísima oferta de souvenirs que hoy está dispuesta a quienes nos visitan es tremendamente más diversa que antaño, donde desde los años ’60 y ’70 -según recordamos- no pasaba más allá de la artesanía en greda del escondido lugarejo de El Copao (cercano a Ciruelos); donde escasas personas se dedicaban a elaborar objetos, utensilios de uso doméstico más que decorativo, donde aún podemos recordar los platos -especiales para preparar el pastel de choclo o pailas marinas- fuentes y/o budineras, ollas, donde lo que se preparara quedaba con un sabor “delicioso”, diferente a prepararlo en ollas o fuentes enlozadas, aluminio.
Lamentablemente, esas loceras de El Copao, hace rato que -por la edad- ya no se dedican a ello, como por ejemplo: Mercedes Quinteros Lizana, Teresa González Pavez, Matilde González Lizana y Filomena González Quinteros.
Incluso, pocas hijas siguieron con esa linda actividad, pero no apreciada por quienes debían haberse preocupada para que ese oficio persistiese hasta estos días. La Mercedes, la Julia, a quienes conocimos en los años ’50/’60 -hijas de loceras- emigraron a otros lares y formaron familia. En tanto, Eufemia -que sí la conocimos trabajando la greda- estuvo trabajando algunos años, hasta que apareció su príncipe azul y se la llevó a Cáhuil y tuvo que dedicarse a su familia, mientras él proveía.
Como ya dijimos, quedan unas pocas artesanas de 70, 80 o más años, aunque no produciendo artesanía -según nuestra humilde opinión- como los salineros de Cáhuil, ellas también merecían -en su momento- haber sido declaradas “testimonio vivientes de una actividad ancestral” o algo por el estilo.
Pues, ellas aprendieron ese oficio de antepasados que se pierden en el tiempo. Y que “aparecen” de vez en vez, cuando se descubre un conchal y junto con ello, vasijas de greda, que dan testimonio de 500, mil o más años de elaboración.
Muchas -por no decir cientos, quizás miles- palitas de diferentes tamaño en madera surgieron de las habilidades de un artesano que -cada verano- viajaba todos los días a pie desde la Quebrada de Nuevo Reino a Pichilemu y viceversa.
Llegaba tipo 10 de la mañana con dos sacos harineros al hombro, pero no con harina, sino cargado con palitas de madera, y en el otro saco, palos en bruto que era su materia prima para fabricar con sus herramientas: cuchillos de diferentes tamaños (quizás también, una gubia para darles la concavidad). Y se sentaba en la Piedra del Pelambre. Ahí con un sombrero que poco le ayudaba a capear el sol, estaba casi todo el día “haciendo palas” que eran usadas en la cocina para revolver las comidas. El charquicán, los puré, las mermeladas, etcétera.
La artesanía en conchitas que uno solía ver no solo en puestos de ventas, o en restaurantes, hoteles, como ceniceros, fue -por muchos años- casi exclusivamente el souvenir de Pichilemu.
La mayoría de aquellos artesanos, eran los mismos hombres de mar, o sus mujeres, las que en el largo e “invierno cruel” (Vals del recordado Hugo Díaz Jirón), “mientras los maridos en pichangas, ellas por el alambre” se dedicaban a matar el tiempo creativamente armando figuras con conchitas de locos, lapas, choritos, caracoles, erizos, entre otros moluscos.
Y, ya en el tren, esperando su salida y casi con los bolsillos pelados -excepto pa la “pilsen”- los pasajeros se acordaban que no llevaban ningún recuerdito. Y, la solución era llevar una maleta de cochayuyo pa la suegra. Y unas maletitas de cochayuyo como llavero o adorno pal auto del compadre.
Cómo no recordar también -que aparte de las postales que se vendían con fotografías de Enrique Mora, profesional que recorrió todo el país sacando postales- estaban las postales más artesanales de Foto Salas, Foto Carreño, Foto Génova, entre otros que aparte de retratar a familias, bañistas y monumentos, también retrataban los paisajes naturales.
Incluso, éstas se vendían -varias- copiadas en un papel fotografico de 18 centímetros x 24 centíemtros, donde se llevaba recuerdos de la playa, el Parque, Bosque, Laguna, entre otros motivos. Justamente una de estas láminas encontré, antes de la pandemia, en un recorrido por el Persa de Biobio. Y que guardo como ¡hueso santo!
A principios de los años ’80 -en la gestión del alcalde Lino Vargas, su esposa Ruth Waman en su rol de Presidenta Comunal de los Centros de Madres- incentivó talleres de artesanías con esos mismos productos marinos. E, incluso, artesanía en cochayuyo y hasta juguetes. Sí, en efecto, tuvimos la ocasión de asistir invitado a la inauguración de exposiciones a final de año, lo que dejamos reflejado en artículos en La Tercera.
Postales a color
Hacia finales de esa década, apareció la Editora e Impresora “El Promaucae”, la que junto con realizar trabajos de imprenta en general. Empezó a editar postales y calendarios con motivos de Pichilemu, Punta de Lobos, Cáhuil, Ciruelos, entre otros. En esos años casi una veintena de postales mostraron a Pichilemu al resto del país y exterior. Como también, muchos locales empezaron a entregar calendarios con motivos pichileminos, contribuyendo a posicionar a Pichilemu en otros lugares.
Más aún, en el año 1987 -con el apoyo de algunos establecimientos comerciales- editamos un afiche tamaño ½ mercurio en papel couché que -aparte de venderlo- lo llevamos a las oficinas generales del Metro. Con tan buena suerte que un pichilemino que trabajaba ahí, cuando lo vio, hizo todo cuanto pudo para que éste apareciera en las Estaciones del Metro durante parte de ese verano. Había un pequeño detalle, que la publicidad debía cortarse, pues las políticas de la empresa solo permitían la promoción de actividades culturales, artísticas y eventos sin publicidad.
Y, como el que apareciera el afiche en el Metro no era un compromiso con ellos, se “cortó” por lo sano. Y así, ese afiche fue el primero que pudo mostrarse en esa importante vitrina que tiene millones de ojos cada día.
En los ’90 -aparte de lo anterior no mucho que agregar- hasta que el surf que venía haciéndose más masivo en su práctica en las olas locales, abrió los ojos y antenas de algunos.
Fue así, como Editora e Impresora “El Promaucae” nos atrevimos a invertir en merchandising con varios productos, donde Pichilemu, Punta de Lobos y Cáhuil aparecían en llaveros, encendedores, autoadhesivos, bolígrafos, también poleras, polerones, viseras, entre otros productos.
Y, como si fuera poco, realizamos alrededor de cinco guías turísticas a todo color, de diferente formato, excepto las dos últimas (años 2005/2006 y 2006/2007). Una Guía Telefónica local a un color -con información turística- se nos queda en el tintero. Y producimos un video promocional de las bellezas paisajísticas, oferta de hospedaje y gastronómica.
Si podemos decir con orgullo que en esos años llegamos a tener casi una cincuentena de productos, hoy son centenares los productos que nacen de manos de artesanos, como de creativos publicitarios que los fabrican ellos mismos o los mandan a hacer a empresas que fabrican todo tipo de productos de merchandising.
Sin duda, podemos decir que no solo con publicación de noticias pichileminas ayudamos a mantener el nombre de nuestra comuna en la prensa, sino con cosas tangibles como productos que en el caso de los autoadhesivos, recorrían diariamente las calles del país. O un llaverito con una tablita o colgando del espejo retrovisor.
En fin, no solo hemos hablado o escrito sobre algunos temas, sino que hemos hecho algo por nuestro terruño. Cosas pequeñas que no dan tantos réditos económicos -y que no lamentamos- sino satisfacciones para el espíritu.
Cerramos, este artículo con otra satisfacción que nos da ver, en facebook, que en la reciente edición de la Trilla a Yegua Suelta, realizada el sábado en Cóguil, a alguien se le ocurrió -¡en buena hora!- hacer Tazones con el motivo.
Felicitamos al creador y/o creadores, como a cada uno de los artesanos y artistas que están detrás de cada creación.
Fotografías: WSG/Archivos “Pichilemunews”/Facebook
