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Chile

Pichilemu: Destacado profesional y sus “Relatos” -entre 1970 y 1974- sobre parte de la álgida vida de nuestro país – 4 de 4

Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Fortunato Bobadilla Acevedo (*) – 26.08.2023
– De acuerdo con lo expresado el sábado 12 de agosto pasado, y de haber entregado la primera y segunda Parte, proseguimos hoy con la Tercera Parte de los Relatos -entre 1970 y 1974- que dan cuenta de detalles históricos, de hechos y situaciones en el ámbito de las comunicaciones y donde, el autor -un pichilemino- fue protagonista.

CORPORACIÓN DE TELEVISIÓN UNIVERSIDAD DE CHILE: 1970-1974

Mejorar la calidad de nuestra modesta programación y en especial difundir valores positivos a la comunidad eran temas que teníamos siempre presentes. A ello se sumaba la preocupación por la eventual llegada de la televisión comercial. Como esta misma preocupación la tenía también Canal 13, Raúl Hasbún, Omar Pabst y Eugenio Retamal nos reunimos en el club Santa Rosa de Las Condes para analizar en profundidad acerca de las consecuencias que la televisión comercial pudiera ocasionar, a la vez que reconocimos adolecer de ciertas deficiencias que debíamos corregir. En esa misma reunión conversamos asimismo sobre la adquisición de películas. Omar expresó con orgullo que “nosotros contamos afortunadamente con Alfredo Escobar, que nos da plena confianza y que defiende siempre los intereses del Canal 13. Si hasta sabemos la cantidad de camisas y de corbatas que tiene”. Yo no podría haber dicho algo parecido respecto de quienes elegían las películas para nuestro Canal.

Raúl Hasbún fue especialmente homenajeado en la embajada de Jordania. El ambiente que reinó en esa oportunidad fue sumamente distendido, alegre y cordial. Lo único desagradable que pude observar fue el contraste entre quienes hacían las filmaciones del Canal 13 y los nuestros. Los primeros correctamente vestidos. Los nuestros desarreglados y chascones. Por este motivo dispuse, al día siguiente, que se vistieran bien y se cortaran el pelo, o que no regresaran más al Canal. Le ordené asimismo a un periodista que abrochara su camisa y pusiera su corbata en debida forma, y a otro funcionario requerí la devolución inmediata de un televisor que mantenía en su poder. Ese televisor era indispensable para su uso como monitor. En esos tiempos no era fácil conseguir un televisor en el mercado. Otro televisor, que el presidente había facilitado a una alta autoridad de la Universidad, era igualmente indispensable. Sin embargo, no me competía a mí requerirlo de vuelta.

En el Canal 9 se realizaron diferentes obras en pro del mejoramiento del estudio A de televisión. Las obras, dirigidas por el arquitecto Homero Rosales, incluían murallas dobles y una estructura metálica para el techo. Las murallas dobles tenían por finalidad dejar una cámara de aire para aumentar el aislamiento acústico. En la estructura metálica se trabajó durante todo un día, pero lamentablemente algunas partículas ardientes de las soldaduras cayeron dentro de los canales de aireación. Esto dio origen a al incendio que se inició cerca de las 19 horas, cuando sólo unas cinco a seis personas permanecíamos allí. Llamamos de inmediato a bomberos. Debido a que los canales de aireación contenían materiales altamente combustibles, lancé ladrillos dentro de la boca del canal más cercano a la bodega de excluidos y logré de este modo que disminuyera la altura de las llamaradas. En las restantes bocas las llamaradas se alzaban a unos cinco metros sobre las salientes. Si la bodega de excluidos hubiese sido alcanzada por el fuego, todo el Canal y gran parte del área circundante se hubiese quemado por completo. La bodega de excluidos contenía cosas de utilería que por años se habían utilizado en los programas grabados o en vivo, más las cosas que el decano de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales y de la Representación enviaba a depositar. Me parece que fueron tres las compañías de bomberos que trabajaron por varias horas apagando el incendio.

El 2 de febrero de 1974 Eduardo Riesco, gerente comercial del Canal, señala en parte de una carta: “…nuestra misión resultó un gran éxito en todo sentido y el que más me alegra es el haber sido un medio para que la gente de Guayaquil y Quito se formara una imagen distinta de lo que se había predicado antes y después del 11. Esperamos que en Lima la cosa sea igual…”. Eduardo integraba Los Huasos Quincheros.

El 14 de marzo de 1974 nuestra Corporación rindió un homenaje a Raúl Aicardi, pionero de la televisión chilena. Con tal motivo se le invitó a compartir una cena de camaradería con el personal en El Alero de Los De Ramón.

El 20 de marzo de 1974 suscribí un convenio con Jorge Sibisa, gerente general de la Sociedad Minera El Teniente, mediante el cual la Corporación de Televisión se comprometió a irradiar todos los programas y señales de televisión en la localidad de Coya, al oriente de la ciudad de Rancagua, a través de Canal 4, con potencia de 3 watts. La Sociedad Minera El Teniente proporcionaría un amplificador lineal con su respectiva antena, fabricadas por INTEC (Instituto de Investigaciones Tecnológicas – CORFO).

El 24 de marzo de 1974 se celebraron los 50 años del Rotary Club de Santiago, en el Club de la Unión. Conversé inicialmente con Eduardo Sepúlveda, presidente de Televisión Nacional, y él me pidió enseguida que acompañara a dos personas de alto nivel. Surgió una breve pregunta: “¿Qué pasó con el cura Hasbún?”. Y sobrevino la respuesta breve y precisa: “El insistía en transmitir teleseries que exacerbaban la lucha de clases”. En la Revista Ercilla N°2120, correspondiente a la semana del 17 al 23 de marzo de 1976, aparece una explicación más detallada. En efecto, allí se dice que: “En marzo de 1974, el presbítero Raúl Hasbún debió abandonar la dirección ejecutiva de la Corporación de Televisión de la Universidad (Católica). Tras él se marchó todo el equipo directivo del canal. Junto con reiterarle por carta a Hasbún su reconocimiento a la valerosa y patriótica labor desarrollada por él y su equipo durante el álgido período UP, el rector-delegado adujo pérdida de sintonía, falta de información acerca de la marcha del canal, reiterado incumplimiento de las instrucciones impartidas por rectoría referente a contratos y programación, y quejas de la directiva sindical para exigirle la ejecución de instrucciones y medidas que Hasbún consideró irrelevantes e inaceptables”.

El 15 de abril de 1974 extendí una certificación a favor de Ronnie Ramírez García, a requerimiento de su esposa Natacha Carrasco Martínez, especificando los antecedentes que conocía de él. Ronnie se hallaba en estado de condena luego de haber sido juzgado por delitos de paralización de faenas y robo de vehículo fiscal. Al cabo de unos días me hizo llegar un gallo de cobre que construyó mientras permanecía en prisión.

Aunque he omitido detalles y una gran cantidad de otros hechos relacionados con la televisión, debo a lo menos mencionar que junto al presidente dimos algunos pasos tendientes a la adquisición de equipos para transmitir la señal a colores, y al uso del mástil único de Televisión Nacional. La antena del cerro San Cristóbal que quedaría en desuso sería ocupada por Carabineros de Chile.

1.RENUNCIA A LA CORPORACIÓN DE TELEVISIÓN
El 13 de mayo de 1974 presenté mi renuncia indeclinable a la Corporación de Televisión, pero a partir del 15 de junio. El 23 de mayo dejé de trabajar en el Canal e hice enseguida uso de los 23 días de vacaciones pendientes. Las principales razones de mi renuncia fueron el despilfarro de dinero que no pude evitar y la enorme presión ejercida por la planta directiva para aceptar el alza de sus sueldos, incluyendo por cierto el mío. Aunque pueda parecer ingenuo, ser administrador de una institución no significa que deba considerarme su dueño. Por lo demás, desde que ingresé por primera vez al Canal tuve el propósito de cambiar su déficit por superávit, lo cual, desde mi punto de vista, lo creía posible. Ni la autorización conseguida por el presidente con el pro-rector en cuanto a que podíamos subir los sueldos o el argumento de que en todas las televisiones del mundo las remuneraciones eran elevadas tenía, para mí, sentido alguno. Para lo que habíamos logrado no merecíamos ganar más.

Al enterarse de mi renuncia, Octavio Neira, director del Departamento de Prensa, me invitó a un restaurante cercano y pudimos dialogar acerca de los diferentes temas que antes habíamos abordado en conjunto y en particular de una idea suya que ahora quedaba detenida. Tal idea era la de elaborar programas con casos chilenos que fueran altamente positivos, como por ejemplo el de un juez y un muchacho que pedía limosna. El juez lo invitó a consumir un vaso de leche y un sándwich, a la vez que lo instó a ganarse la vida vendiendo periódicos. Con el paso de los años el juez fue reconocido por quien fuera entonces el muchacho y que ahora era un hombre próspero, casado y con hijos estudiando en la universidad.

El 20 de mayo de 1974 envié una carta al rector-delegado de la Universidad, explicándole los motivos de mi renuncia. Él me concedió una entrevista y en ella conversamos de mi asunto y muy especialmente del suyo, porque sabía que pronto debería hacer abandono de su cargo. Fue interesante escucharle. Quedé con la impresión de que no sólo era una persona amena y franca, sino que como rector actuó con muy buen criterio.

El 24 de mayo de 1974 se me ofreció una cena de despedida en el restaurante Nuria, con asistencia de más de cien personas, incluyendo al presidente y su esposa. Se me entregó un hermoso trofeo y en el cual se escribió: “A don Fortunato Bobadilla con agradecimiento por su labor en el nuevo nueve. Centro Trabajadores Canal 9 TV. 24-V-74”. Recibí también una carta del periodista Hugo Díaz Pacheco, excusándose de asistir, y que en parte dice: “Adhiero con absoluta sinceridad al homenaje tan merecido que se te tributa hoy, que significa el reconocimiento a tus innegables méritos, capacidad, hombría y espíritu humanitario que siempre demostraste, especialmente hacia mi persona”.

Sergio Bravo Perucca, director del Centro de Investigaciones y Aplicaciones Tecnológicas (CINAT), me ofreció el cargo de gerente de administración y finanzas. Comencé a trabajar, pero el 24 de junio el vicerrector de la Sede Occidente le hizo notar su desacuerdo con mi contratación. Conversé con ese vicerrector, pero fue tiempo perdido. El 28 de junio, Bravo se dirigió al personal del CINAT diciendo: “Cumplo con el deber de informar a ustedes que, a partir del 15 de julio próximo, estaré haciendo entrega de mi cargo de director de este servicio y funcionario de la Universidad de Chile……”. Y el 8 de julio me dirigió una carta con el siguiente tenor: “Por la presente comunico a usted que, por decisión superior, el cargo de gerente de administración y finanzas de este servicio universitario no será llenado hasta nueva determinación. Por tanto, las conversaciones sostenidas en relación con la ocupación de sus servicios en dicho cargo quedan pendientes a contar de esta fecha, hasta tanto la autoridad universitaria así lo disponga”. El origen del comportamiento del vicerrector así como las cartas de Sergio Bravo fue, en mi opinión, la influencia que sobre ellos ejerció el pro-rector debido a las diferencias que tuve con el presidente de la Corporación, gran amigo suyo, y que tuve la ocasión de representarle a ambos, pero por separado y personalmente.

Tomás Aguayo, Tesorero General de la República, supo por su hermano Gastón que ya no tenía actividad en el CINAT y me ofreció ir a trabajar con él. Preferí, sin embargo, volver a mi antiguo cargo de académico en la Universidad.<br
> Fin entrega: 4 de 4

Fotografías: Archivo “Pichilemunews”.

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