
Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Ramón Lizana Galarce (*) – 22.12.2024
La vida misma está llena de actuaciones que muchas veces no resultan como fueron planificadas.
Tal es el caso de muchos personajes pichileminos que han urdido ocurrencias que han terminado muy mal o para su defecto los han puesto en grandes aprietos como consecuencia de que el adversario se ha dado cuenta del ardid. De cualquier manera, hoy en día, igualmente todos ellos son recordados porque han dejado sus historias en la conciencia colectiva del pichilemino .
VAMOS POR UNA CHICHITA
La emblemática Culata allá por la calle San Antonio con Camilo Henríquez, reunía a diario a los más diversos personajes del lugar y a otros que gustaban de ir por ahí para acortar las tardes y también las noches.
Siempre había alguna idea en mente que surgía conforme ocurría algo o en el acto se preparaba ingeniosamente otra, para enfrentar a algún parroquiano que tenía la a mala suerte de pasar por ahí.
Estaban el Aliro, el Carlos Julio, el Manyi, el Moncho, el Pelé Carrasco, el Checho, el Lucho, el Oscar, el José, el Fernando y el Carlos, sentados en la banqueta recordando anécdotas de la última velada realizada en la Pista Municipal con ocasión de un aniversario más del Club Deportivo Unión Pichilemu.
Era fin de mes y ahí estaban esperando que bajaran por la calle San Antonio los jubilados del Servicio de Seguro Social a los cuales los detectaban por traer el dedo pulgar teñido con la tinta que quedaba en su dedo después de recibir el pago.
Antiguamente y en menores casos hoy en día, cuando una persona no sabe leer, escribir ni firmar se les pide plasmen con tinta el dedo pulgar para certificar su conformidad.
La idea era saludarlos y después convencerlos que aceptaran acompañarlos a servirse una chichita de la Peña Blanca, al frente, al Restaurante Las 3 B atendido por el siempre alegre Tato Becerra donde hacían correr los vasos llenos para todos los presentes y pidiéndole después al jubilado que pagara la cuenta, toda vez que él era el único con plata puesto que se sabía cargaba el dinero de la jubilación.
En una de esas observan que se aproxima Alejo de Bichito al cual se le acercan saludándolo efusivamente y dándose cuenta del detalle del dedo, lo invitan tenga a bien acompañarlos a servirse la sabrosa chicha proveniente de la Peña Blanca, ahí nomás donde el Tato Becerra.
Partieron todos, los mismos que sumaban a lo menos 10 parroquianos ávidos de matar la sed de la tarde. Corrían los vasos y luego la repetición hasta la última que sería la del estribo. Todos contentos le palmoteaban la espalda a Alejo de Bichito en señal de agradecimiento por lo buen amigo y cariñoso que era con todos ellos.
Todo era alegría y jolgorio hasta cuando el Carlos Julio dice que pida la cuenta: “pida la cuenta amigo …, le dice”, a lo que este le responde: “acaso no fue usted el que invitó? ¡Yo no tengo plata! ¿Cómo que no tenís plata, acaso no estái recién pagado? No mientas, se nota clarito que estái pagado, tenís el dedo pintado lo que te acusa que recibiste la jubilación. En respuesta a todo eso él le responde: “que dedo pintado iñor”, lo que pasa es que me emborrache hasta las patas anoche y después de pelearme a puñete limpio con el Pancho me llevaron preso y recién nomás me han soltado. El dedo pintado es porque recién me liberaron allá en el Retén de Carabineros y me hicieron poner el dedo para poder quedar libre.
Menuda sorpresa se llevaron los integrantes de la Culata porque “fueron por lana y salieron trasquilados” y para el caso, el Tato Becerra veía como los invitados abandonaban el local uno a uno y ya se podía oler que le iban a hacer “perro muerto”.
CUANDO HAY AMOR….
En la Botillería “El Metro” de Manuel Llanca Lizana, ubicada en pleno centro por la calle Aníbal Pinto solían juntarse ciertos amigos alrededor de un asado que se prolongaba por largas horas, donde recorrían historias y chascarros que les habían ocurrido a ellos mismos.
Aconteció que un día el Carlos Julio apareció con un amigo de Buin, el Lucho, el mismo que representaba a un equipo de barrio de su pueblo y que mejor que invitarlo a un asadito con el firme propósito de confraternizar y de establecer nuevas relaciones y experiencias con gente de otros lugares.
Para el caso se le avisó al Emiliano, al Guille, al Jujulio, al Bruno, al otro Carlos, al Julio, al Pato y al Jorge más los colados que nunca faltan y que se sabe esos encuentros los huelen de lejos.
Empezó a correr el vino mientras la carne era tirada a la parrilla al son de chistes y cuentos cortos, como para darle gustito a la reunión. Se hablaba de lo importante que era confraternizar con gente de otros lados para conocer sus costumbres y de cómo les trataba la vida.
En una de esas el Lucho de Buin dice que le gustaría saber los nombres y el oficio o profesiones de los que se encontraban allí. Siendo así le tira el tejo al Emiliano. Ud. amigo como se llama: “yo soy Emiliano y soy chofer nacional e internacional” responde con pachorra. Y Ud…. yo me llamo Jujulio y también “soy choo..feer nacional nomás”. Le pasan la pelota al otro Carlos para preguntarle en qué trabaja y este le responde: “ocasional” como para hacerle entender que no era muy asiduo al trabajo continuo y regular. Y usted amigo Bruno a qué le hace: “yo soy mecánico y estos gallos son mis mejores clientes”. Le quisieron preguntar al Jorge, pero éste estaba meta que fume así es que no alcanzó a responder nada. Al Pato quisieron preguntarle, pero se hizo el desentendido mientras le daba una vuelta a la carne. Acto seguido le preguntan al Guille a lo que este responde que es chófer de camiones y para este grupo él es el capitán del equipo de fútbol, cuestión que ignoraba el hombre porque el Guille no conoce ni la pelota. En un rincón se encontraba el Julio medio escondido para que no le preguntaran y fue por eso que pasó de largo nomás. El Carlos Julio se había corrido pal’ baño, pero igual lo agarraron en la vuelta. Y usted amigo Carlos Julio a qué se dedica: bueno dice: con mi señora acordamos que “cuando hay amor con uno que trabaje es suficiente”, …haciendo notar que “no estaba ni ahí’ con el trabajo y que con el aporte de la señora era suficiente para llevar adelante el hogar.
Empezaron a brincarle a la carne mientras hacían sonar los vasos hasta que ya pasadas las horas, el amigo Lucho se dirige nuevamente a ellos para proponerles traer su equipo de fútbol desde Buin y que acá los reciban como Dios manda y en fecha posterior se podría hacer lo mismo viajando de vuelta todos los presentes, los mismos que serían recibidos como saben hacerlo los Buinenses. El Carlos Julio sobre la marcha le respondió: “no..no …de ninguna manera.. primero vamos nosotros para allá y después vienen ustedes para acá…a nosotros con esto mismo nos han ca……. muchas veces”.
La reunión terminó como todas…sin ningún acuerdo porque eso de que ustedes van para allá o yo vengo para acá concluye siempre con un engañito de por medio.
FERNANDO URZÚA Y SU PRIMERA TRILLA
Allá por la Quebrada del Nuevo Reino, a fines de los ‘90 -después de décadas, por iniciativa del profesor Gustavo Saldivia y jóvenes del club deportivo del lugar- se había anunciado una Trilla a Yegua suelta, tradición olvidada en aquellos años y que querían revivir. Por ser algo novedoso, un grupo de amigos partió para allá.
Se embarcó, el Miguel, el Ramón, el Fernando, el Juan Ramón y el Miguel Ángel. En el estacionamiento se encontraba el Pepe con Juan Carlos degustando una sandía y unos melones con harina tostada, acompañada de unas botellas de vino blanco que, según ellos, era la mezcla perfecta para pasar la tarde.
Ingresando al lugar se encontraron con una Ramada hecha a la ligera con ramas de eucaliptos y con un largo mesón y un piso cubierto de aserrín. Al frente, muy cerquita, una carreta y sobre ella un improvisado escenario donde la melodiosa Patricia Becerra le ponía color con cuecas y tonadas del folclore nacional, acompañada de su guitarra y un arpa que invitaba al contagio de sentirse orgullosamente chileno.
Al frente un grupo de yeguas en parejas que las hacían correr en círculo sobre unos montones de paja de trigo. El encargado -conocido como el “yeguerizo” con una huasca y repetidas expresiones las animaban para que estás corrieran en forma continúa con el definido propósito de separar la paja del trigo.
En un ala de la ramada y en línea continua había un grupo de pequeños locales que ofrecían alimentos típicos y artesanía donde destacaba la Clarita Urzúa ofreciendo pan amasado y refrescos de frutas de la época.
Hubo un alto en la música, propio del descanso, lo que dio lugar para que el administrador de la trilla le pidiera a Fernando animara un rato para distraer a los asistentes. Sube a la carreta comenzando a utilizar toda su picardía criolla provocando risas mientras molestaba a los gallos encargados de animar las yeguas de la trilla. Fue justo en ese momento en que un huasito curao como huasca sale de la Ramada y se pone a vomitar bajo el escenario donde estaba animando Fernando. Sin perder la calma, Fernando comienza a decir “hay Dios mío, cómo me fui a curar re’ tanto”…., “por Diosito santo que no tomo nunca más”.., “quién me manda a tomar por las re….”.
A los pies de Fernando el huaso seguía vomitando más que manguera de bombero mientras los asistentes no cabían más de gozo al contemplar la escena. “Y ahora como me voy pa’ la casa” …, “la iñora no me va a dejar entrar”, “capaz que me castiguen” fueron las últimas expresiones que se escucharon, porque el huaso se movió hacia la puerta de salida pegándose dos porrazos en ese tramo.
El amigo Juan Ramón andaba enamorado y con unas copas adentro le bajo con más fuerza que nunca el amor, porque alguien le sopló que su amada andaba por ahí cerca. Fernando aprovechándose de la situación lo envía quebrada abajo y le dice que espere debajo de un árbol porque en un rato más se la mandaría para allá. Pasaron las horas y no pasaba nada. Los rayos de sol del atardecer le empezaron a caer en la cara provocándole transpiración y luego un sudor que no podía contener mientras la sed lo consumía.
Por ahí alguien se compadeció y fue a decirle que volviera para la Ramada porque su amada no tenía idea de porqué estaba por allá, solo debajo de un árbol independientemente que no era más que un rollo que se estaba pasando porque entre ellos no pasaba nada.
En el intertanto, Fernando comienza a saludar a algunos asistentes como los hermanos Lizana colaboradores en la trilla, a José Luis que venía de Inglaterra, al Miguel especialista en el remate de pollos, tazas, vasos, completos y todo lo que rematen, a Ramón que venía llegando de Bolivia y a otro gallo que también acababa de llegar de Canadá.
La experiencia que nació de una humorada se convirtió en la vida de Fernando, en un oficio que no ha parado desde hace más de 30 años y que se ha propagado hacia otras trillas, festivales folclóricos y aniversarios patrios tanto en Chile como en el exterior. Sin duda, hoy por hoy representa de excelente forma nuestra comuna destacando siempre y con orgullo las tradiciones de Pichilemu.
(*): Profesor Universidad de Concepción
Nota: Formado en esa casa de estudios penquista.
Fotografías: Archivos “Pichilemunews”.
