
Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Alejandro Yávar Córdova (*)
Contexto: Entre los años 1978 y 1983 se establecieron convenios entre el Club Aéreo de Pichilemu, CAP, y la Corporación Nacional Forestal, CONAF, para realizar patrullajes forestales dentro de la zona, y a cuyo fin poder precautelar y prevenir la propagación de los incendios forestales.
En esa tarea estuvieron ad-honorem pilotos del Club Aéreo de Pichilemu, como José Lino Vargas Jorquera, Patricio Saldías González (ambos ya fallecidos) y Ramón Lizana Galarce. Por la Corporación Nacional Forestal, CONAF, operaron como “observadores aéreos”. Héctor Galaz Eloz, Bernabé Pavez Clavijo, Humberto Muñoz Morales, Gustavo González Jorquera, y Alejandro Yávar Córdova; quien es el autor de este relato.
Anécdota
Recuerdo que fue durante el verano de la segunda quincena de Febrero del año 1978, porque se estaban realizando los preparativos para la fiesta de la Semana Pichilemina.
Trabajaba como “observador aéreo” para CONAF, cumpliendo la misión de inspeccionar desde el aire cualquier situación anormal que conllevara a un incendio en los bosques y terrenos de la zona.
En esa oportunidad específica, alrededor de las 13:30 horas despegamos desde el Aeródromo de Pichilemu, en la avioneta Aeronca CC – KQY al mando del piloto Ramón Lizana Galarce, experimentado piloto del Club Aéreo de Pichilemu, para dar inicio a nuestra ruta de detección de incendios forestales la misma que comprendía el circuito Pichilemu – Cáhuil – Bucalemu, virando en ese punto hacia el Oriente en dirección a Paredones y Lolol para luego proseguir en dirección a Marchigüe – Rosario Lo Solís (Litueche) y Topocalma (saludando con un alaveo al torrero Rufino Pérez) para luego finalizar nuevamente en Aeródromo del Club Aéreo de Pichilemu.
De retorno, con el circuito finalizando a eso de las 15.30 horas y ya preparándonos para aterrizar por el cabezal norte alcanzando ya la pista de aterrizaje, cuando por de pronto la situación cambió drásticamente ya que se detectó una “PEQUENA FUMAROLA” hacia el sector de Cáhuil. Alerto de inmediato a la Central de Incendios de El Romero a través de la radio, de un posible R-20 y además a la Brigada de incendios Forestales con base en dicha Central.
EI piloto Ramón Lizana Galarce me informa que disponemos de poco combustible dado que la autonomía de vuelo del Aeronca era de 2,30 horas aproximadamente y que sólo se consideraba un vuelo de reconocimiento, debiendo después regresar de inmediato al Aeródromo para recargar combustible.
Ante la emergencia Ramón Lizana Galarce accede y aumenta la altitud de vuelo para visualizar la magnitud de la fumarola y por lo observado a la distancia y gracias a los potentes prismáticos se informa a la Central y Base de la Brigada de Incendios El Romero de un R-20 (Incendio Forestal ). Además se solicita la salida inmediata de la Brigada de Incendios con todo su equipamiento.
Ya en la zona misma del R-20 el Incendio se ubica en la planicie del sector llamado “PANGAL ALTO”, lado sur de la Laguna Cáhuil de propiedad de don Alberto Araneda y Araneda identificando una quema de combustible de alta propagación y próxima a las plantaciones de trigo, de bosque joven, de pino radiata, pastizales y bosque de eucaliptos.
Quizás el episodio más importante de esta situación, tanto del sobrevuelo de reconocimiento, como también la falta de combustible advertida por el piloto, además de la insistencia de la Central de Incendios ubicada en el sector El Romero que solicitaba reportes vía radio de la situación y magnitud del Incendio en su etapa de inicio, como también evaluar los peligros y daños en la zona próxima al incendio. Para fortuna nuestra, casualmente se encontraba en el sector el Jefe del Programa de Incendios de la zona el técnico forestal Alfredo Pérez, quien disponía de combustible de avión que era traído desde el Club Aéreo de San Fernando en tambores de 200 Iitros debidamente sellados.
Realizado el reconocimiento total de la zona y analizando la real situación, lo cierto es que ameritaba nuestra presencia aérea principalmente para dirigir desde el aire el real combate al incendio lo que llevó a que el piloto Ramón Lizana Galarce aterrizara en un camino público que cumplía mínimamente con el largo y ancho y con arboledas en ambos lados, con el fin de poder mantenernos en la zona del incendio, ya que las Brigadas de Incendios estaban próximas a llegar y por lo mismo había que informar el avance del fuego.
Una vez que aterrizamos se dispuso del combustible, recargamos y despegamos no sin antes darle pala a la hélice toda vez que la aeronave funcionaba con magnetos.
El Incendio mantuvo una magnitud baja debido a que también las Brigadas fueros apoyadas por muchos lugareños conscientes de las plantaciones de trigo que podrían ser dañadas por un incendio que aumentaba su intensidad debido a los fuertes vientos y a los pastizales secos en esa época del año.
El daño fue bajo, alrededor de unas 25 hectáreas, siendo en un alto porcentaje los pastizales y el bosque nativo, fundamentalmente, porque se detectó a tiempo y producto del movimiento oportuno de los combatientes que se desplegaron en distintas direcciones levantando cortafuegos lo que evitó la propagación del incendio.
Nos mantuvimos en la zona del Incendio alrededor de 55 minutos dirigiendo con un alto grado de claridad la dirección que estaba tomando el fuego que crecía a cada minuto como consecuencia del fuerte viento reinante en ese momento .
Cuando detectamos que el incendio estaba controlado nos regresamos al aeródromo del Club Aéreo de Pichilemu con la alegría y satisfacción de haber contribuido a la protección del ecosistema boscoso y de haber aportado al mantenimiento de la arborización de toda la zona costera de nuestra zona.
Fue una experiencia extraordinaria como observador aéreo. Detectar el Incendio en el momento oportuno, mantenernos con el apoyo aéreo con el fin de dirigir al personal en tierra y contar con la decidida acción del piloto Ramón Lizana Galarce de aterrizar en la zona próxima al incendio a objeto de salvaguardar la integridad de todo quienes participamos en esta noble misión.
(*): Alejandro Yávar Córdova. Como observador aéreo en el programa “Manejo del fuego” trabajé para la CONAF desde 1978 a 1981, tanto en Pichilemu como en Santiago clave 4-5, volando distintas aeronaves como Aeronca, Champion, Cessna 150, 172 y 180, Mentor T-34 y Helicópteros Hiller FH 1100, Hughes 300 y 500.
Fotografías: Archivos “Pichilemunews”/AYC
