Fuente: www.emol.com – Por: Consuelo Ferrer – 01.11.2020
El decano de la Facultad de Derecho de la U. de Chile identifica, en la historia nacional, cinco repúblicas incluyendo la actual. Esta, asegura, podría haber terminado el domingo pasado si el proceso constitucional termina por cambiar la forma de los derechos, la estructura del Estado y a los sujetos políticos.
“En Chile no hemos tenido una sola República, sino que hemos tenido cinco distintas, con algunas interrupciones de gobierno de dictaduras o de facto”, explica del otro lado del teléfono el decano de la Facultad de Derecho de la U. de Chile, Pablo Ruiz-Tagle. Su libro “Cinco repúblicas y una tradición. Constitucionalismo chileno comparado” (Lom editores, 2016) será publicado en los próximos meses por la Cambridge University Press, en Inglaterra, al mismo tiempo en que, adelanta el abogado, Chile podría estar dando sus primeros pasos en una nueva etapa republicana.
“La Sexta República yo me la imagino como algo que empezó a instalarse en Chile a contar del 25 de octubre de 2020, porque en ese momento se le da la oportunidad a la Convención Constitucional de pensar una nueva Constitución”, adelanta Ruiz-Tagle, pero antes explica que república “es mucho más que lo opuesto a lo monárquico”. “Es un concepto político clásico. Cicerón dice que la República es el mejor de los sistemas políticos porque los problemas que surgen en la vida política son muy complejos. Ninguna persona sola, ningún monarca, ningún dictador puede resolverla por sí mismo, por más genial y poderoso que sea”, dice en primer lugar. ntad caprichosa de una persona, sino que debe estar organizado en torno a leyes. El derecho debe servir para limitar el poder”, agrega. Otras ideas “típicamente republicanas”: la división de poderes del Estado —”no debe haber ningún ente, órgano o persona que sea tan poderosa que pueda aplacar a los demás”—, la educación pública, el combate al lujo y al gasto excesivo como una medida de austeridad.
En la historia de Chile, Ruiz-Tagle identifica cinco repúblicas: la Independiente (de 1810 a 1830), la Autoritaria (de 1833 a 1871), la Liberal (de 1874 a 1924), la Democrática (de 1932 a 1973) y la Neoliberal (de 1990 hasta la actualidad). Las identifica de acuerdo a tres variables: la forma en que se le reconocen los derechos a la ciudadanía, la estructura que tiene el poder del Estado y quiénes son los sujetos o actores políticos que intervienen.
—¿Hay alguna esencia que se haya ido heredando de una República a otra o ha sido más la mutación que lo que se ha mantenido?
—Es una pregunta muy profunda. Sí, hay líneas de continuidad, así como hay de discontinuidad. Por ejemplo: Chile siempre, desde la Primera República, se ha buscado un gobierno independiente, un autogobierno de quienes viven aquí. Ese proyecto de tener un sistema político autónomo ha estado siempre. También ha estado presente, y se nota mucho en lo que sucedió este domingo, la idea de que se ha buscado resolver las diferencias entre los distintos grupos y sensibilidades de la ciudadanía mediante el sufragio. La tercera característica, que no se puede encontrar en todas las repúblicas pero sí en varias, es un tremendo poder entregado al Presidente de la República. El sistema presidencialista chileno y las potestades que se le han entregado al Presidente han ido en aumento desde el inicio de nuestra historia republicana, hasta un punto en que a veces se hace casi incoherente.
—¿Cuál es el vínculo que existe entre cada República y sus constituciones?
—Fíjese usted que no siempre que cambia una Constitución, necesariamente surge una nueva República. Por ejemplo, en la Primera República hay varias constituciones: la de 1823 y la de 1828. Si uno cuenta los reglamentos constitucionales de 1811 y 1818 tenemos todavía más textos constitucionales. Si uno agrega las leyes federales… la verdad es que uno se puede imaginar una República que tenga más de una Constitución. Hay otra cosa interesante también: a veces las constituciones se escriben antes de que nazca la República. Eso sucedió en 1925, donde la Constitución se adoptó ese año, pero finalmente la Cuarta República como tal empieza a existir a partir de las elecciones de 1932, cuando es elegido Arturo Alessandri. Algo parecido podemos decir del texto constitucional de Pinochet: se adoptó durante la dictadura, después fue cambiado y solo a partir de 1990 podemos decir que tenemos una República Neoliberal.
“La Constitución puede expresar esos valores que los jóvenes han sentido que no les son reconocidos en el sistema actual. Así, entonces, pueden sentirse más cerca de la Constitución, tener patriotismo constitucional, estar dispuestos a sacrificarse por la república y pensar ‘esta república es mía'” Pablo Ruiz-Tagle
—Entonces, si una nueva Constitución no cambia sustancialmente alguno de estos tres elementos que usted describe, no necesariamente cambia la República.
—Esa esa otra posibilidad: que uno tenga una nueva Constitución, pero que esta no modifique ninguno de estos tres elementos (derechos de los ciudadanos, estructura del Estado y sujetos políticos). Yo creo que, en ese caso, sería difícil argumentar que hemos pasado a una nueva República. O sea, tienen que cambiar cuestiones sustanciales. No basta con cambiar una Constitución para que tengamos una nueva etapa republicana.
—En el comienzo de un proceso constitucional, ¿podría Chile estar en el inicio de su Sexta República?
—Las gran mayoría de las constituciones tienen, por regla, una definición de los derechos. Creo que parte del debate constitucional que está instalado en Chile es que tenemos que pensar de nuevo los derechos económicos y sociales, particularmente los de educación, salud, trabajo y seguridad social, y también las garantías de esos derechos, es decir, cómo los vamos a proteger. Si eso cambia, uno podría decir: ahí hay un elemento distinto, nuevo. Ya entonces no podríamos hablar de una constitución neoliberal, sino que tendría que ser una constitución social y democrática en cuanto a los derechos.
—¿Y los otros dos elementos?
—Creo que también hay un debate sobre cómo equilibrar mejor las atribuciones del Presidente de la República con el Parlamento y con los demás órganos autónomos, como el Tribunal Constitucional, la Contraloría y el Banco Central. Si eso tiene éxito y además se incorporan nuevos órganos institucionales, como es el Ombudsman o defensor del pueblo, entonces tenemos una estructura distinta de Estado. Si pensamos además, y creo que hay señales de eso, que van a haber nuevas fuerzas políticas o que las existentes se van a reformatear, entonces también uno puede decir que van a haber nuevos sujetos políticos. Así se cumplirían los tres elementos para decir: tenemos una Nueva República en Chile. Es un ideal de un Estado social y democrático de Derecho que, yo creo, es el gran tema que se va a discutir en la Convención Constitucional.
—Y en ese contexto, ¿quiénes son los ciudadanos que se enfrentan a este momento histórico?
—La historia de lo que podríamos llamar la ciudadanía chilena es una de un tremendo progreso y evolución. Inicialmente, los que participaron del cabildo de 1810 eran hombres importantes de la ciudad, con cierta posición social. Hoy, los ciudadanos de la Quinta República son todas las personas mayores de 18 años que no han sido condenadas a una pena aflictiva y que además han tenido la libertad, a partir del sufragio voluntario, de decidir no votar. Muchas veces no se han sentido comprometidas por el sistema político. Ha habido todo un argumento de la apatía, de que en realidad el sistema político no los convoca y que la democracia ha perdido fuerza.
—¿Cree usted que eso pueda cambiar en esta Nueva República?
—Yo creo que es un tema que requiere atención y preocupación. No creo, como creen algunos, que imponiendo la obligación de votar eso se vaya a superar, porque pienso que tiene que haber una voluntad de las personas de comprometerse con el sistema político. En eso puede ayudar la Constitución, porque puede expresar esos valores que los jóvenes han sentido que no les son reconocidos en el sistema actual. Así, entonces, pueden sentirse más cerca de la Constitución, tener patriotismo constitucional, estar dispuestos a sacrificarse por la República y pensar: esta República es mía.
Fotografía: Archivo El Mercurio