
Fuente: www.pichilemunews.cl – 23.01.2021
El “uso y abuso” de bienes nacionales de uso público es una práctica que se acrecienta en el principal balneario de la región de O’Higgins.
No es una culpa o crítica a la “prerrogativa” que la Ley Orgánica Institucional de Municipales le dá, en forma exclusiva al alcalde de administrar, cautelar y defender esos bienes nacionales de uso público. Si es al “uso y abuso” -y no pocas veces en busca del rédito político- que hacen unos cuantos, entregando permisos temporales a cambio del “pago de piso” en beneficio municipal.
Generalmente, uno de los argumentos que entrega el solicitante de un espacio en veredas para instalarse con un kiosco, es emprender una actividad comercial y generar recursos para la familia. Pero no faltan quienes tras construir el kiosco -afortunadamente ahora, bajo una normativa constructiva- lo trabajan un año o dos y luego, lo traspasan a un familiar o a un tercero con similares “necesidades”.
No faltan también, quienes logran uno o más kioscos. Y, ojo, generalmente se solicita para un lugar definido donde “el olfato” les indique que ahí será el éxito comercial que esperan. También están quienes perseveran en el lugar y si la autoridad decide trasladarlos de lugar, patalean como si hubieran adquirido la propiedad del lugar. Recordamos una situación así, puesto que ocurre -gracias a nuestra ascendrada cultura- que quienes andan “urgidos” por evacuar sus necesidades, no trepidan en orinar, incluso defecar tras un kiosco y, con el sol, los hedores se esparcen molestando a los residentes de otros negocios con justa razón.
Denuncia
Hacía mucho tiempo que nuestra redacción no recibía denuncias de esta índole, lo que nos llama la atención.
Hace un año y meses que no podemos visitar nuestra comuna; pero ello no obsta que, por no estar in situ, no demos crédito a denuncias responsables y que, pese a que no asegura una solución, no la demos a conocer; pués seguramente no es el único caso.
En este caso, no se trata de un kiosco. Sino un carro de arrastre que no sabemos si al cabo de su horario de atención permanece allí o, su dueño, lo traslada diariamente al domicilio que está habitando.
Sea lo uno y lo otro, si bien el alcalde de turno tiene la potestad y atribuciones para dar un permiso de esta índole, no es menos cierto que -antes de otorgarlo- debiera contar al menos con la venia de los contribuyentes que eventualmente pueden sentirse afectados. Todo ello, a través de una carta de la respectiva Junta de Vecinos que, de cierta manera, avala la instalación, previo a conversar con el vecino que tendrá a futuro ya un kiosco o carro frente a su casa habitación o local comercial.
Eso -por una parte- indicaría un cierto respeto por el o los vecinos. Y -por otra parte- la autoridad, en este caso el alcalde estaría respaldado por una opinión ciudadana, de los vecinos.
Y así, de esta manera, se dosifica la cantidad de kioscos y carros en desmedro de las inversiones de locales comerciales, cuyos propietarios han levantado, construido con sacrificio; lo que también significan “derechos municipales por construcción, ampliaciones”, etcétera.
Pues ha de tenerse presente que más kioscos, más carros, no es progreso, mucho menos es TURISMO.
Eso, al margen de solucionar necesidades sociales, contamina visualmente y produce una serie de efectos secundarios adversos a las buenas costumbres, como algunos que se han referido.
Como tampoco, la basura y cables colgando con el peligro de estar energizados y provocar un accidente.
