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Chile

PICHILEMU: CUENTOS JUNTO AL MAR

Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Ramón Lizana Galarce (*) – 12.01.2025

Nota del Editor: Hoy, se inicia otro ciclo de colaboraciones -con el mismo sello del autor- pero finalmente accedió a cambiar el nombre. Sugerimos en un momento el que finalmente adoptó, pero también peleó “Pichilemu: Cuentos junto a las velas”, en atención a los recurrentes cortes a los que nos tiene acostumbrados la compañía monopólica de electricidad; que lleva décadas -con distintos nombres- mejorando/empeorando el servicio de energía eléctrica.

Los veranos siempre proporcionan muchas anécdotas de todo orden, sean ellas las que generan los veraneantes y también la de los propios pichileminos. Tanto los unos como los otros sufren chascarros e historias que quedan para el recuerdo, algunas permaneciendo escondidas y otras que salen a la luz a través del comentario del uno al otro hasta hacerse público entre los lugareños. Ocurren en las casas, locales comerciales, calles y playa, siendo ellas las que conforman el historial de chascarros que con el tiempo se transforman en los cuentos que dan vida histórica a todos esos personajes que vivieron esos hechos.

CUANDO EL “FOX AND VIVIAN” LA LLEVABA …
Al pichilemino José Luis Galaz Morales apodado simpáticamente “Cocali”, hoy por hoy se le ve caminar por las calles y avenidas de su pueblo como recordando su propia historia. Por cada paso que da un trozo de su historia sale a la luz. Emigró a Europa y se asentó en Inglaterra, propiamente tal en Londres en busca de una nueva vida. Por muchos años permaneció en esas tierras formando familia al punto que sus cinco hijos son de nacionalidad inglesa. Cómo todo emigrante debió cubrir diferentes trabajos para sobrevivir, pero nunca olvidó su raíces, siendo así, como después de la medianía de los años ochenta se regresa e instala en Avenida Ross con José Joaquín Prieto con un local bailable al que denomina “Fox and Vivian” en honor a un establecimiento del mismo nombre ubicado en Londres del cual José Luis era un cliente habitual y que para el caso aún permanece con vida en esa ciudad.
Cada verano durante siete años continuos animó su local vistiendo trajes de gala con zapatos de charol y humita y otras veces con pintorescas guayaberas dándole vida a los visitantes en su mayoría pichileminos que añoraban la Quinta de Recreo Costa Azul cerrada en años anteriores.
La Orquesta “Combo Fiesta” venida de Santa cruz y que no era más que una mezcla de varios conjuntos que habiendo cumplido su ciclo, sus integrantes se unieron formando dicho conjunto para amenizar “Fox and Vivian” durante las noches de esos veranos en que los bailables se prolongaban hasta el filo del toque de queda, horario en que todos los asistentes debían abandonar el local rápidamente para evitar ser detenidos.
Lo gracioso ocurría cuando José Luis se subía al escenario para dar la bienvenida a los visitantes con el señorial saludo en inglés “ladies and gentlemen” o bien en italiano “signori e signore” y también en portugués “senhores y senhoras”,”Welcome to Fox and Vivian Pichilemu…I am your Cocali..enjoy”. “Bienvenidos a Fox and Vivían Pichilemu. Soy su anfitrión Cocali”, para después continuar hablando en un idioma que resultaba ininteligible para los asistentes pero que le celebraban a rabiar y a más no poder.

Con voz inentendible continuaba alegrando a la concurrencia publicitando ciertos lugares de Pichilemu: “In Pichilemu visit Infiernillo, Cáhuil, Barrancas. You Will remember those places all your lives”. “En Pichilemu visiten Infiernillo, Cáhuil, Barrancas. Esos lugares los recordarán todas sus vidas”.

En una oportunidad alguien del público le respondió mientras hacía su alocución: “It’s good for today Cocali that the music continues better”. “Está bueno por hoy Cocali que siga la música mejor”. En respuesta a eso, a José Luis no le quedó más que sonreír pidiéndole a la orquesta que siguieran tocando para complacer al parroquiano que ya tenía varios pencazos en el cuerpo. Corría el pisco con cuatro bebidas y el arreglado de vino blanco con durazno mientras la Orquesta sin pausa invitaba a bailar al ritmo de la cumbia, corridos y onda disco.

José Luis pertenece a la generación que compartía en la cancha de baby futbol que se encontraba en el bajo de la Ilustre Municipalidad de Pichilemu donde solían juntarse los Galaz, Celis, Mirandas, Cortés, Arias, Pachecos y tantos otros que alegraban a un pueblo con muy poca actividad recreativa. La cancha no cumplía los requisitos reglamentarios pero de igual forma los participantes se adecuaban dando verdaderos espectáculos a los concurrentes que se entretenían mirando a los jugadores.
La poca visión de los administradores municipales de la época, que no lograron percibir el futuro del lugar, acabó con ese espacio de entretenimiento que hasta el día de hoy se añora como un lugar indispensable para dar vida al creciente Pichilemu.

“Fox and Vivian” se constituyó como punto intermedio entre la Quinta “Las Brisas” de los años 70s de Francisco Lorca y la “Tanguería Siglo XX” de los 90s de Feliciano Becerra Jorquera permitiendo la continuidad de la recreación popular que tanto agrada a la gente que visita Pichilemu, así como también a los habitantes permanentes de este pueblo y todo ello gracias en parte, a José Luis Galaz Morales.

MEJOR VISTA DONDE ….NO HAY
El Hotel “Costa Real” ubicado en Aníbal Pinto y atendido por su dueño “Pepito” Leiva albergaba una excepcional característica cual era otorgar el mejor servicio y atención a sus clientes y veraneantes que se hospedaban en su establecimiento.
Además de las acogedoras habitaciones constaba con un Restaurante donde se podía servir una variedad de platos, de preferencia de la costa, y también tragos tradicionales para quien gustaba pasar un buen rato en su local.

Era un 31 de Diciembre y Pichilemu esperaba un nuevo año. Allá por “Las Terrazas” la Municipalidad había programado despedir el año viejo y recibir el venidero con fuegos artificiales, los mismos que según se decía no eran tan sólo petardos y cohetes explosivos, sino que los que se habían adquirido contemplaban figuras distintivas que se podrían ver majestuosamente en el cielo pichilemino. Dragones, palomas y caballitos de mar podrían contemplar todos quienes se aproximaran a Las Terrazas, playa y costanera aventurando una noche realmente espectacular tanto para el veraneante como para el pichilemino que busca integrarse a las actividades veraniegas.
Pepito Leiva agudizando su ingenio se le ocurrió la magnífica idea que para aprovechar de mejor manera el evento podrían hacerlo yendo hasta la “Piedra Parada, lugar privilegiado de la cordillera de la costa desde donde se puede observar toda la costa pichilemina desde las proximidades de Chorrillos hasta la misma Puntilla.
Siendo así, se embarcaron en sus vehículos un grupo de personas que incluían hombres, mujeres y niños todos ilusionados con la vista privilegiada que tendrían esa noche pudiendo observar la celebración de los juegos pirotécnicos que incluían humo, ruido y efectos especiales.
Ingresaron a un predio y se acomodaron instalando mesas, sillas y los infaltables bebestibles que incluían champagne y copas acordes para la ocasión. Se aproximaba la medianoche y la vista del Pichilemu nocturno lleno de luces era magnífica. Llenaron sus copas para recibir el año distrayéndose por unos instantes de la vista de la playa, tiempo suficiente para que cuando se volcaron, Pichilemu había desaparecido.
¿Qué había ocurrido? Todos miraban estupefactos como Las Terrazas, costanera y playa ya no era posible verlas. Sólo se escuchaban petardos, campanadas y la sirena de las doce. Aconteció que la vaguada costera había ingresado súbitamente generando niebla, nubes y llovizna obstaculizando la contemplación tan esperada. Miraban una y otra vez observando tan solo una gran mancha negra que cubría toda la zona donde debía producirse el evento. El desaliento y desánimo cundió entre los presentes acusando al invitador como el causante de la desdicha de no haber podido ver los esperados fuegos artificiales por lo que desanimados limitaron la celebración del nuevo año a un mero abrazo de mala gana y a un brindis sin choque de copas.
Obligados por las circunstancias de que no había más que hacer allí, subieron a sus vehículos y sin decir palabra volvieron hasta el Hotel Costa Real en donde abrumados por lo acontecido no les quedó más remedio que irse directo a sus camas.
En la oscuridad de la habitación Pepito reflexionó sobre lo ocurrido y se acogió al consuelo diciendo que para estos casos lo mejor era darle “al mal tiempo buena cara” y también que ocurra lo que ocurra en una mala noche, esos malos momentos siempre pasarán. Sin poder olvidar por cierto que, desde La Piedra Parada, “mejor vista donde…no hay”.

(*): Profesor Universidad de Concepción

Nota: Formado en esa casa penquista.

Fotografías: Archivos “Pichilemunews”.

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