
Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Fortunato Bobadilla Acevedo (*) – 19.08.2023
De acuerdo con lo expresado el sábado 12 de agosto pasado, y de haber entregado la primera y segunda Parte, proseguimos con la Tercera Parte de los Relatos -entre 1970 y 1974- que dan cuenta de detalles históricos, de hechos y situaciones en el ámbito de las comunicaciones y donde, el autor -un pichilemino- fue protagonista.
CORPORACIÓN DE TELEVISIÓN UNIVERSIDAD DE CHILE: 1970-1974
CANAL 6 SALE AL AIRE
La idea de sacar un nuevo canal de televisión al aire empezó a cobrar fuerza. El proceso partió los primeros días de marzo de 1973, con el conocimiento de sólo cuatro funcionarios de la Corporación, porque considerábamos de suma importancia mantener el secreto. Si bien disponíamos de personal capacitado para operar otro canal de televisión, no contábamos con equipamiento necesario (cámaras, audio, transmisor y antena), ingenieros especializados en instalación del canal, así como tampoco de un bien raíz que cumpliera con las características requeridas.
Encontrar un bien raíz adecuado no fue una tarea sencilla. Dimos finalmente con la propiedad ubicada en avenida Pedro de Valdivia 2454, que un médico cardiólogo y su esposa nos ofrecieron en venta. Aunque los metros construidos no alcanzaban para los estudios y para dar cabida a todo el personal, la propiedad contaba con un amplio antejardín y de espacio libre en la parte posterior de la casa, ideal para proyectar construcciones adicionales. La escritura de compraventa se firmó en presencia del notario Arturo Carvajal, no sin antes haber discutido bastante acerca de un asunto que hoy parecería algo trivial: la cocina, que el médico quería llevársela y nosotros la necesitábamos. Después, y como resultado de una gestión personal del rector, adquirimos la casa de avenida Pedro de Valdivia 2462, contigua a la anterior. También hubo aquí un problema previo, hoy tan trivial como el de la cocina: el teléfono.
Enzo Bolocco y Pedro Caraball, ambos ingenieros con reconocida experiencia en instalación de canales de televisión, se integraron a trabajar con nosotros. De hecho, sería Pedro Caraball quien construiría más adelante el transmisor, pieza clave del Canal 6. Se formularon algunas consultas al ingeniero Bartolomé Dezerega y luego se integró también a trabajar con relativa regularidad el ingeniero Jaime Fuenzalida. Este último exhibía como experiencia reciente la de haber contribuido a instalar antenas de repetición del Canal 13. Además de los ingenieros, un pequeño grupo de personas llegó a cumplir funciones de seguridad; eran los llamados “titanes del ring”, dentro de los cuales recuerdo a Jaca, jefe del grupo, y a Tino Benvenuto y Pretty Norman. Nuestras cámaras de televisión, obtenidas producto de donaciones, parecían cámaras de juguete. El estudio de televisión principal era el living de la primera casa adquirida. Para transmitir se requería una antena de a lo menos 30 metros de altura y que costó bastante ubicar y levantar: la ubicación, porque debía determinarse aquel lugar en donde pudiesen instalarse los vientos para sujetarla, y el levantamiento era complejo y peligroso.
Un reducido número de personas concurrimos a la casa del rector. Él encendió la chimenea, cerró las cortinas de las ventanas y conversó con nosotros, hasta que surgió la pregunta clave: ¿cuándo saldremos al aire? Se produjo un gran silencio mientras el rector escribía en un pequeño papel la fecha: “sábado 16 o domingo 17, apenas la antena esté lista”. El papel circuló entre los presentes, regresó de vuelta a las manos del rector y de inmediato lo echó a la chimenea. El Canal 6 salió al aire el 17 de junio de 1973.
El 18 de junio de 1973 se transmitió desde las 21:10 hasta las 22:15 horas, con interferencias.
El 19 de junio de 1973 se publicó en El Mercurio un extenso artículo, en parte del cual se lee lo siguiente: “Ha sido el secreto mejor guardado de la historia reciente de la Universidad de Chile: la salida al aire del Canal 6 de Televisión de esa casa de estudios. El domingo pasado, a las 19:05 horas, al aparecer en las pantallas de los televisores de Santiago la señal característica del nuevo canal, culminaba una larga lucha entre la legalidad y la violencia, en la cual habían triunfado el ingenio, la inteligencia, el sentido de colaboración y el tesón sobre la fuerza (Hora de cierre de la transmisión: 20:30 horas)………El día viernes el consejo coordinador de centros de alumnos de la Universidad de Chile convocó a un grupo de 40 alumnos de las carreras de economía, ingeniería y derecho, pidiendo que trajera cada uno su saco de dormir, pero sin decirles donde serían trasladados. A todos se los llevó al inmueble de Pedro de Valdivia con Diagonal Oriente y sólo allí se les dieron las instrucciones precisas: ustedes tienen bajo su responsabilidad la protección del Canal 6 de la Universidad de Chile…..”.
“El rector señaló que Canal 6 había sido instalado por técnicos chilenos cumpliendo un mandato de la Corporación de Televisión……El gran problema que avizoramos es el de una probable interferencia en nuestra frecuencia. Tengo denuncias concretas, que no me constan personalmente, en el sentido de que personal técnico del Canal 7 estaría montando una interferencia desde el cerro San Cristóbal; es decir, una operación al estilo de lo que se llevó a cabo con Canal 5 de la U. Católica de Talcahuano….”. La izquierda reaccionó violentamente ante la salida al aire del Canal 6. Prueba de ello son los artículos publicados en El Siglo y Clarín, y la información difundida por el Canal 9 que califica de canal pirata a su rival, acusándolo de aparecer bajo la advocación del sacerdote Raúl Hasbún.
En la noche del 19 de junio de 1973, funcionarios policiales ingresaron al Canal 6 y sustrajeron piezas claves del transmisor. También detuvieron a 31 personas, entre alumnos y funcionarios que lo custodiaban. Debido a que en el antejardín habían sido instalados alambres de púas a 15 centímetros de altura y no se veían en la noche, hubo policías que al entrar corriendo tropezaron con los alambres, cayeron y rompieron sus pantalones. Al día siguiente llegaron diferentes personas a informarse de la situación. Una de estas personas tomó una cámara de televisión y la posó suavemente sobre una plancha de acrílico quebrada. En un diario apareció la fotografía de esta cámara, lo cual sugería un daño mayor que el causado, porque los policías no hicieron más daño material que sustraer piezas del transmisor. Los detenidos fueron puestos en libertad. A causa del referido allanamiento, se publicó en un diario lo siguiente: “Instalaciones destruidas el 19 de junio de 1973 por funcionarios policiales en un asalto ordenado por el intendente de Santiago, Julio Stuardo, quien fue desaforado por el Senado. Esa rama del Congreso destituyó al ministro del interior, Gerardo Espinoza, por la responsabilidad que le cupo en el insólito acto”.
Consideramos de suma importancia volver a salir al aire. Por este motivo nos reunimos Eugenio Retamal, Guillermo Ramírez, Emelin Page, Enzo Bolocco y el suscrito, en la oficina de Enzo, porque Emelin viajaba al día siguiente a Estados Unidos y allá podía conseguir las piezas faltantes del transmisor. Se requería que le extendiéramos un cheque a su nombre por E°2.000.000. Eugenio me dijo que contaba con su respaldo y a pesar de que alguien bromeó preguntándome por el valor de mi automóvil, no dudé en extender el cheque. Lo recuerdo bien, porque en el cheque puse Emeline, nombre de mujer, en lugar de Emelin (mi automóvil era un Peugeot 404 que adquirí a representantes del empresario español E.B., quien regresó a España tan pronto asumió el nuevo gobierno). Recuerdo también un curioso detalle: el “computronic decisions” que Enzo mantenía en su oficina y que no dudé en relacionar con una de las enseñanzas de Peter Drucker.
Cambiamos las rejas de madera por rejas metálicas y conseguimos en préstamo un equipo electrógeno para el caso de interrupciones del suministro eléctrico, a la Cámara Chilena de la Construcción o a la Sociedad de Fomento Fabril, no lo recuerdo bien. Este equipo funcionaba con diésel, que abastecía un colega, y generaba unos 380 voltios. El 7 de julio de 1973 debimos recurrir al equipo electrógeno a causa de un corte de energía y que se restituyó horas más tarde. El 8 de julio hubo corte de teléfono, restituido al día siguiente. El 10 y 11 de julio hubo interferencias. El 13 de julio las interferencias duraron hasta las 23 horas.
Funcionarios y alumnos continuaban custodiando el Canal. Un carabinero en retiro estaba encargado de preparar masas de pizzas, agregarles enseguida tomates, queso y orégano, y finalmente hornearlas. De este modo, pequeños trozos de pizza y café o un vaso de bebida era la alimentación que se les distribuía a los presentes. Lamentablemente se producían continuos roces entre los alumnos del PDC y los alumnos del PN, en especial durante la custodia nocturna. Así que optamos por separarlos: una noche concurrían unos y a la noche siguiente los otros. Todo marchó bien hasta que los alumnos comenzaron a sustituir sus elementos de defensa menores por pistolas y revólveres, seguramente por los antecedentes que surgían a diario y que hacían temer que se produjeran enfrentamientos violentos con grupos extremistas. Estimo en cuatro las veces que concurrí a la Escuela de Carabineros a solicitar custodia policial, y que en tres veces mi petición fue acogida. Nos sentíamos más tranquilos al saber que en las afueras del Canal había un carabinero armado con metralleta. Tanto el rector como otras autoridades, teníamos la convicción de que tarde o temprano se producirían enfrentamientos armados. Incluso se llegó a disponer de dos lugares hasta donde deberían llevarse a los eventuales heridos (el Hospital José Joaquín Aguirre y una clínica ubicada en avenida Vicuña Mackenna), ofrecidos por un médico del FU. En las proximidades de mi casa habitación los vecinos nos estábamos organizando para enfrentar lo que temíamos podía ocurrir: una guerra civil.
Cuando se creyó que los enfrentamientos armados se producirían pronto, causando la muerte de funcionarios y alumnos, las autoridades superiores de la Universidad decidieron contratar a personas especializadas en defensa. Se me encomendó conversar con Pedro Goic para tratar con él la oportunidad y las condiciones en que nos proveería de tales personas. Pedro me informó que se había desempeñado como jefe de seguridad del expresidente Eduardo Frei Montalva y que podía poner a nuestra disposición el mismo equipo de 33 personas que había tenido bajo su mando. Puso especial énfasis en que se habían enfrentado en más de una oportunidad con grupos extremistas, con resultado de heridos y muertos por ambos lados, y que se vieron obligados a aplicar una fuerza mayor para lograr que los enfrentamientos cesaran. Concordamos en que el equipo se incorporara a trabajar con nosotros de inmediato. Su jefe: Luis Muñoz.
El nuevo equipo de seguridad llegó al Canal al día siguiente. Sus integrantes portaban armas de fuego y diferentes tipos de explosivos. Dentro de las actividades realizadas destacan las siguientes: el frontis de la casa y la antena las rodearon con sacos de arena, detrás de la casa construyeron una torre de observación protegida con una plancha de fierro de 7mm de espesor, y en la reja exterior de la casa colocaron una alambrada de púas conectada al equipo electrógeno. Este equipo comenzó luego a funcionar durante gran parte del día y de la noche, porque un simple interruptor permitiría conectar o desconectar la energía eléctrica que iba hacia la reja y la vereda exterior, la cual cuidaban de mojar continuamente. Los dos turnos de 15 personas cada uno y sus jefes respectivos funcionaron inicialmente bien. Pero mientras dos integrantes de uno de los grupos manipulaban sus armas, a uno de ellos se le escapó un tiro que causó la muerte de su compañero. Después y como resultado de un control que efectué a las 5:30 horas AM, despedí a uno de los jefes de grupo. Debido a la forma en que procedí recibí el siguiente halago de parte de Luis Muñoz: “Nunca creí que llegaría a respetar a otra persona tanto como a Pedro Goic”.
Debido a que el trabajo de los integrantes del equipo de seguridad implicaba riesgos, el equipo cobraba diariamente el equivalente a lo que yo recibía como sueldo mensual. ¿Cómo pagarles, si no eran funcionarios nuestros, y si no existía contrato formal alguno con ellos? No sabía qué hacer. Tampoco nadie había insinuado siquiera el camino a seguir. La solución a este problema ocurrió de improviso: recibí la visita de una persona desconocida que me hizo entrega de un gran sobre lleno de billetes, diciéndome “recíbalo, usted sabrá qué hacer con este dinero, no necesito comprobante”. La situación se volvió a repetir, aunque la persona que me visitó fue otra. Informé al rector de las cantidades de dinero recibidas y del uso que les daba: pagar los días trabajados al equipo de defensa. Al cesar tales aportes, una extraña fórmula permitió que cheques girados en pago de facturas por servicios recibidos, implicaran recibir de vuelta billetes por igual cantidad. Nunca supe cuál fue el origen de estos dineros.
Dentro de las cifras globales del presupuesto de la Corporación de Televisión figuraba el aporte de la Universidad, de E°20.000.000 anuales, y el aporte según la ley de televisión 17940, del orden de E°5.960.000 mensuales más reajustes y escolaridad. Cuando requería estos últimos pagos solía enfrentarme a dificultades tales como “hay órdenes superiores de no pagar”. Una vez me reuní con una alta autoridad de gobierno, quien me dijo que el cheque lo tenía en su caja fuerte, pero que no me lo podía entregar. Como esa reunión coincidió con una orden emanada de la Presidencia de la República, en cuanto a anticipar el pago de las remuneraciones, al despedirme le manifesté que no podría cumplir con la referida instrucción y que informaría de ello a los medios de comunicación. La referida autoridad de gobierno abrió su caja fuerte y me entregó el cheque. En lo sucesivo no volvería a tener problemas de esta naturaleza.
Los ataques a los funcionarios del Canal sucedían con frecuencia. Por ejemplo, detectives que amenazaron con sus armas a los cinco funcionarios que eran conducidos a sus domicilios en un automóvil del Canal, o el disparo de un arma de fuego que rozó el parabrisas del automóvil del gerente de producción. El primero de estos casos no causó mayores dificultades, porque uno de los cinco funcionarios había sido detective y conocía a quienes les amenazaron. En el segundo caso pude constatar el gran nerviosismo que embargó al gerente y su familia, porque poco después de ocurrido el hecho les visité en su domicilio. Aparte de lo descrito, existían controles militares. En mi caso solía recorrer en las noches un trayecto largo: desde el Canal hasta la casa de Eugenio Retamal y luego desde su casa hasta la mía. En una de esas noches, cuando los controles ejercidos por los militares se intensificaron, se me controló tres veces. Cito por último lo publicado el 12 de agosto de 1973 en El Mercurio: “Una bomba de mediano poder explosivo lanzaron elementos terroristas desde un vehículo en marcha en la madrugada de ayer contra la sede del Canal 6…….El artefacto lanzado por extremistas, que se dieron a la fuga en una camioneta de color verde, detonó en el antejardín del inmueble donde funciona el Canal sin provocar víctimas ni mayores daños materiales”.
DESALOJO DE CANAL 9
El 28 de agosto de 1973 se publicó en El Mercurio la siguiente declaración del rector: “1) La Prefectura de Carabineros, actuando por orden de la autoridad civil, ha solicitado y obtenido del Tercer Juzgado del Crimen una nueva prórroga para cumplir con la orden de desalojo del Canal 9, dictada por ese Juzgado, fijándose el próximo viernes 31 de agosto como plazo máximo para realizar la citada diligencia; 2) Creo, sin embargo, de mi deber reiterar que con fecha 26 de julio la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó suspender las transmisiones del Canal 9. El Ministro del Interior, a quien la Corte transcribió su fallo por ser de su dependencia la Superintendencia de Servicios Eléctricos, no sólo no ha hecho nada para materializar su cumplimiento, sino que no se ha dignado a dar explicación alguna; 3) En su reemplazo, sectores políticos adictos, operando desde la Sede Oriente de la Universidad, han tratado de confundir a la opinión pública mediante el pretendido traslado de algunas actividades académicas al Canal 9, maniobra demasiado burda como para hacer olvidar que las resoluciones judiciales son el producto de acciones emprendidas por las autoridades superiores de la universidad como consecuencia de un acuerdo de sus órganos colegiados, y constituyen –por tanto- la única expresión legítima de la corporación…….6) Se ilustra así el hecho de que estamos frente a opciones incompatibles. O se respeta la ley o se la atropella. O se mantiene el Estado de Derecho y se cumplen las resoluciones del Poder Judicial, o se está en transición a un régimen totalitario o a la anarquía”.
El 4 de septiembre de 1973 se publicó en El Mercurio lo siguiente: “La Séptima Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago confirmó el fallo de primera instancia, manteniendo a firme la orden de desalojo de Canal 9 de Televisión. El Ministro del Interior aún no ordena a la fuerza pública que saque a los ocupantes”. Y el 6 de septiembre de 1973 se publicó en el mismo medio que: “La Tercera Sala de la Corte Suprema de Justicia rechazó ayer, por la unanimidad de sus miembros, el recurso de apelación presentado por los abogados del Canal 9, ocupado por elementos extremistas, contra el fallo de la Séptima Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago que dejó a firme la orden de desalojo de ese medio de difusión. En conformidad a la misma, queda a firme la determinación del Tercer Juzgado del Crimen de Mayor Cuantía, que fijó como plazo hasta las 24 horas del sábado 8 de septiembre para que la fuerza pública proceda al desalojo de los ocupantes del Canal 9”.
El 8 de septiembre de 1973 se produjo el desalojo del Canal 9, sin que fuera necesaria la intervención de la fuerza pública, porque los ocupantes salieron pacíficamente, cantando y con los puños en alto, acompañados por Mario Palestro, Carmen Lazo y demás personas que no recuerdo haber visto con anterioridad.
El 10 de septiembre de 1973 se informó a través de El Mercurio que el día anterior el ministro del interior se refirió al citado desalojo, a los inmuebles de Inés Matte Urrejola 0825 y Pedro de Valdivia 2454 y 2462, al cese de los empleos y pago del 50% de las remuneraciones de los ex ocupantes hasta el 30 de septiembre, a la elección que la Corporación de Televisión debiera hacer entre las frecuencias 9 y 6, pasando la que fuere descartada a la Universidad Técnica del Estado y, por último, al desistimiento por parte de la Corporación de Televisión de las acciones penales y administrativas interpuestas.
El 11 de septiembre de 1973 se produjo el pronunciamiento militar. Muchas personas lo habíamos requerido. Recordé en la mañana de ese día la conversación que sostuve con el periodista Fernando Rivas, a través de la cual concluí en que no todos los integrantes de la UP simpatizaban con el gobierno de Allende. Recordé asimismo cómo evitaba que se materializaran las amenazas de golpiza en mi contra durante el trayecto de ida y vuelta entre la Casa Central de la Universidad y Amunátegui 73, o protegiendo a mi familia en lo que suponíamos podrían ser ataques aún más violentos. Llegué al Canal 6 cerca de las 12 horas. Reinaba entre todos una enorme alegría.
Un par de días después apareció en el Canal 6 un oficial de ejército junto a una reducida cantidad de militares. Ese oficial era nada menos que nuestro amigo Jaime Fuenzalida, quien había estado a cargo del levantamiento de la antena y de otros asuntos técnicos. Supe entonces que muchas de nuestras secretas acciones habían estado en conocimiento del Ejército. Llegaron en seguida oficiales de carabineros a solicitarme que les suministráramos sacos de arena, porque a quienes montaban guardia en las esquinas les disparaban y no contaban con mayor protección. Desde luego que les autoricé a llevarse la totalidad de los sacos de arena de que disponíamos y que estimo en alrededor de cien.
Ex ocupantes del Canal 9 permanecían en las afueras del Canal 6 y pedían insistentemente hablar conmigo. Aunque hubo quienes se opusieron tenazmente a que los recibiera, dispuse que dos de los ex ocupantes, en representación de los demás, ingresaran a conversar conmigo en mi oficina. La conversación fue franca y cordial. No tenían trabajo ni dinero suficiente y querían saber si podrían recibir los desahucios a los que tenían derecho (un mes de sueldo por año trabajado y por fracción superior a seis meses). El representante legal de la Corporación era el presidente, no yo, pero me comprometí a firmarlos si él no lo hacía y así ocurrió. Firmé los desahucios de todos, a excepción de cinco a seis personas sometidas a proceso en los Tribunales de Justicia, e incluí también el desahucio de Carlos Sancho, a pedido de su esposa. La Contraloría General de la República no objetó mi firma.
El 18 de septiembre de 1973, El Mercurio publicó en parte lo siguiente:
“La Universidad de Chile tomó posesión definitiva del Canal 9 de Televisión al recibir las llaves de los estudios en el día de ayer. Autoridades de esa casa universitaria, acompañadas por el notario Arturo Carvajal, revisaron las dependencias ubicadas en calle Inés Matte Urrejola, comprobando el desaparecimiento de todas las filmadoras, así como el robo de piezas vitales de las cámaras y la rotura de un ciclograma. Sin embargo, es muy posible que en fecha no muy lejana el actual Canal 6 transmita en frecuencia 9 y pueda así llegar a todo Santiago sin los actuales problemas”.
El general Ballerino nos citó a los representantes de los canales de televisión, a una reunión para el 21 de septiembre de 1973 a las 10 horas, en el Ministerio de Defensa, 5° piso, Estado Mayor de Defensa, con el coronel Polloni. Algunas de las ideas expuestas por el coronel Polloni, en esa reunión, fueron las siguientes: la programación es libre, pero con exclusión de foros, comentarios y entrevistas de carácter político; la fuente de información debe ser el departamento de prensa nuestro, no fuentes externas al país; podremos grabar los programas informativos de la Junta de Gobierno que se difundan a través de la radio, y tratarlos como noticia directa del departamento de prensa nuestro; interesa la verdad, no montar show; es posible que haya cadena de televisión en vivo y en directo; no debe haber música ni avisos comprometedores, sean de derecha o de izquierda; respecto a gente poco confiable debemos considerar que no es bueno dejar cesantes, pero tampoco lo es dejar activistas en puestos claves; anteponer a toda transmisión la frase “Transmite Canal 9 (6) en el año de la restauración nacional”; y no a política revanchista.
La posesión definitiva del Canal 9 no daba a conocer en detalle el estado de las instalaciones y equipos, ni menos quienes tendrían en su poder las piezas y equipos faltantes. Algunos ex ocupantes me ofrecieron visitar conmigo el Canal y suministrarme toda la información que pudieran darme. En consecuencia, el 22 de septiembre de 1973 me reuní con ellos en la puerta de entrada del Canal 9 (Inés Matte Urrejola 0825), junto al abogado Oscar Musalem y personal de seguridad. Mientras conversábamos allí, cuatro de los ex ocupantes ingresaron de improviso y fueron detenidos por los carabineros que custodiaban el Canal. Les conocemos, me dijeron, porque nosotros mismos veníamos acá antes del desalojo. No logré convencerlos de que los dejaran en libertad. Apenas si pude dar la voz de alerta a Humberto “Dito” Vargas y a otros para que hicieran abandono del lugar de inmediato. Los detenidos por carabineros fueron Manuel Bonilla, Jorge Dagach, Gabriel Ortiz y Pedro Trouve. Jorge me dijo “Fortunato: entrégale estos documentos del auto y este dinero a Fresia (su esposa), porque no creo que vuelva”. Los cuatro detenidos, esposados y puestos en la parte descubierta de un vehículo, fueron trasladados a la Novena Comisaría de Carabineros (Hipódromo Chile 1025). Les seguí en mi automóvil, en compañía de Oscar Musalem. El carabinero de guardia fue enfático al afirmar que no existía ninguna posibilidad de ponerlos en libertad, porque ellos cumplían órdenes y que muy pronto serían llevados al Estadio Nacional. Llamé a Eugenio Retamal para que viniera, pero me respondió que viéramos nosotros cómo tratar el asunto. Los cuatro detenidos permanecían de pie, de cara a una muralla. Transcurrió más de una hora hasta lograr ser recibido por el mayor y el capitán en una oficina. Ambos insistían en la misma versión del carabinero de guardia y yo en que si era preciso detenerlos que lo hicieran en sus propios domicilios (Manuel Bonilla, Exequiel Fernández 1940; Jorge Dagach, Rosario de Santa Fe 8997; Gabriel Ortiz, Bilbao 895 departamento A; y Pedro Trouve, Obispo Pérez 0344 departamento 43), porque todos ellos se ofrecieron a ayudarme y de manera alguna pensé en tenderles una trampa. Al cabo de una extensa conversación logré convencer al mayor de que pusiera a los detenidos en libertad, pero a cambio de dejar constancia en un libro de que ello ocurría bajo mi responsabilidad. Esto podrá corroborarse si aún existe ese libro y en el cual estampé mi firma.
Las piezas y los equipos faltantes fueron paulatinamente recuperados. Continuamos transmitiendo por la frecuencia 6, después por las frecuencias 6 y 9, y finalmente sólo por la frecuencia 9. Al cabo de un tiempo José Barcala, sereno de la fábrica que existió antes de que se instalara allí Canal 9, me indicó el lugar en donde parte de los ex ocupantes del Canal y personas ajenas a éste habrían ocultado una importante cantidad de armamento, pero que habría sido retirada antes del desalojo. Barcala era hombre de avanzada edad. Su versión no la pude comprobar.
Durante la reunión social que se realizó en homenaje a Gustavo Leigh, miembro de la Junta de Gobierno, me impresionó la gran preocupación manifestada por las esposas de los generales y almirantes en cuanto a lo que a ellas y sus familias pudiera sucederle a causa de lo que estaba ocurriendo en el país. Y me llamó la atención las bromas que se hacían los oficiales de la Fuerza Aérea, haciendo caso omiso de sus rangos. Uno de los asistentes fue el ministro Sergio Figueroa, pero no especificaré las bromas que él hizo ni las que le hicieron, sino solamente que ofreció puros a quienes estábamos alrededor suyo, pero como sus camaradas no los aceptaron le ofrecí acompañarle a fumar en el patio. Sostuvimos una amena conversación. Hablamos en parte de la oportunidad que desperdició Salvador Allende de haber hecho un buen gobierno y de diversas anécdotas relacionadas con un aviador a quien yo conocía, porque su madre era la dueña del Hotel Casino de Pichilemu.
El rector fue una persona leal con quienes tuvimos el privilegio de haber trabajado con él. Lamenté su retiro del cargo de rector de la Universidad de Chile, expuesto en su declaración del 29 de septiembre de 1973, como sigue:
“Durante cuatro años he desempeñado el cargo de rector de la Universidad de Chile. Ha sido un período duro, de lucha constante y frontal contra quienes pretendieron someterla en un insensato afán de conquistar el poder total. La Universidad, sin embargo, supo en este tiempo mantener su independencia y perseverar sus más auténticos valores gracias a la fe, la solidaridad y la acción tenaz de su comunidad de académicos, trabajadores y estudiantes, que optó mayoritariamente por defender, hasta las últimas consecuencias, la democracia y el pluralismo. Producida la inevitable y necesaria caída del Gobierno de la Unidad Popular estimé que era de mi obligación hacer presente mi convicción de que el aporte de las universidades a las tareas de pacificación y reconstrucción nacional debía realizarse en el marco de su propia institucionalidad y que correspondía a los universitarios, gobernándose a sí mismos, asumir la plena responsabilidad de lo que hubiera que hacer.
Sentí, también, que mi permanencia en el cargo quedaba sujeta a la posibilidad de materializar tal solución. Tuve la oportunidad de concretar este pensamiento, compartido por todos los rectores, ante la Junta Militar de Gobierno. Como es de conocimiento público, la Junta, después de un meditado y profundo análisis, estimó necesario tomar una decisión diferente, y es así como ha dispuesto que en reemplazo de los actuales rectores se designen rectores-delegados militares en todas las universidades del país. Mi misión, en consecuencia, ha terminado. Me retiro, enriquecido por la amistad de tantos que compartieron conmigo jornadas y esfuerzos memorables, conmovido ante las reiteradas manifestaciones de apoyo y confianza que he recibido, frustrado por no haber logrado cumplir sino en muy pequeña medida con el programa que nos habíamos trazado y, por fin, con preocupación por el porvenir”.
Recuerdo haberle preguntado al rector cómo pasaba de una discusión acalorada a otra más pacífica y sin que al parecer le afectara en lo más mínimo la anterior. Respondió más o menos lo siguiente: “Cuando discuto intento despersonalizarme y continuamente me estoy preguntando desde arriba (levantó su mano derecha y miró hacia el cielo) ¿cómo estás conduciendo la reunión Edgardo? Quizás sea por eso que comienzo de nuevo desde cero”.
El primer rector-delegado que concurrió a los estudios del Canal 6 fue el rector de la Universidad Austral. Con posterioridad lo hizo el rector-delegado de la Universidad de Chile, César Ruiz Danyeau. Llegó antes de las 8 horas, cuando todavía no estaban quienes le pudieran entrevistar y filmar. Le recibí personalmente y le mostré las diferentes dependencias del Canal. Don César no tuvo inconveniente en esperar la llegada de más personas para que se le entrevistara y filmara, repitiendo el recorrido que ya había hecho conmigo. Se retiró del Canal pasadas las 11 horas.
Mientras en el Canal 6 nos esforzábamos por superar la escasez de los medios materiales disponibles, Darío Rojas, uno de nuestros periodistas, apareció ejerciendo su profesión a través de las pantallas de Televisión Nacional. Muy a mi pesar, porque consideraba a Darío un amigo, decidí despedirlo. Visité incluso a Jaime Fuenzalida, director general de Televisión Nacional, para solicitarle que no lo contratara. Jaime estuvo de acuerdo conmigo.
Aunque signifique cambiar el tema, no puedo dejar de recordar que al despedirme de Jaime entró a su oficina Gonzalo Beltrán. Jaime se levantó de su sillón, se acercó y nos abrazó a ambos diciéndonos que nunca imaginó que tendría a sus dos mejores amigos a su lado. La decisión de despedir a Darío Rojas debí reafirmarla frente a Pedro Pavlovic, quien abogaba por él, autorizándole, sin embargo, a que se le podía contratar en el Canal 13 en consecuencia con el acuerdo adoptado el 23 de octubre de 1973 con Pedro Edwing, secretario general de gobierno, y los representantes de los canales en cuanto a “no contratar personas de otros canales sin la aprobación previa de los ejecutivos de los canales de origen”.
No obstante que nuestras expectativas incluían que las transmisiones fueran coincidentes con los horarios de los canales 7 y 13, hubo, al principio, una importante diferencia en horas. Por ejemplo, el 4 de octubre de 1973 (día jueves), mientras Canal 7 comenzó sus transmisiones a las 13:30 horas, Canal 13 a las 14:00 horas y Canal 4 de Valparaíso a las 15:00 horas, nosotros, Canales 9 y 6, lo hicimos a las 18:30 horas, con la siguiente programación:
18:30 Cine “Fiebre veraniega”
18:50 Tele U (Noticias con Pepe Abad, Emilio Gaete y Justo Camacho)
19:00 Para usted señora, para usted señor, con el largometraje “Macao”
21:30 Tele U (Segundo noticiario)
22:10 Erase una vez Paris
22:30 Largometraje “La hermana Queni”
24:00 Tele U (Último noticiario)
Fotografías: Archivo “Pichilemunews”.
