
Fuente: www.pichilemunews.cl – 27.08.2023
– Documento de alrededor de 40 páginas, publicado en diversas plataformas, lo replicamos en el marco de los 50 años del Golpe Militar, que aborda las violaciones a los DD.HH., con testimonios de parte de algunos de quienes la sufrieron, según cuentan en este estudio.
Universidad de Chile Facultad de Filosofía y Humanidades
Seminario de grado: Procesos políticos de postmemorias autoritarias. Chile en la segunda mitad del siglo XX.
Relatos desde el litoral: La represión dictatorial en Pichilemu 1973-1977.
Un acercamiento a la verdad Informe para optar al Grado de Licenciada presentado por: Álvaro Cabrera Monsalve
Profesora guía: Azun Candina Polomer
Santiago de Chile 2018
Se puede concluir, que Pichilemu siempre estuvo contemplado para la inteligencia militar, ya que tenían pleno conocimiento de todas las personas involucradas de una manera u otra con el gobierno de la Unidad Popular. Las detenciones ocurrieron entre los días 12 y 17 de septiembre de 1973, y las fuerzas estuvieron dirigidas por el Capitán Manríquez. Las víctimas, en concordancia con el país, fueron especialmente las del PC, PS y el MIR. La represión ejercida en contra de los militantes del PC y del PS, incluyendo las detenciones, usualmente no duró más de un par de días, ya que se trataba de funcionarios de la municipalidad y de distintas organizaciones. Sin embargo, el MIR no tuvo la misma suerte.
La gente del Barco, fue perseguida con una violencia desmesurada y eso se evidenció desde el primer momento, ya que según los entrevistados, a la gente del MIR, la tenían separada del resto de los presos en el calabozo de Pichilemu. Esta represión se justificaba por la naturaleza revolucionaria del MIR, y por pensar que portaban algún tipo de armamento bélico para hacer una eventual contrarrevolución. La realidad del MIR de Pichilemu era totalmente distinta. Si bien al momento de la represión contaban con un plan mínimo de contingencia, este no pudo ser llevado a cabo debido a que el grupo fue desarticulado inmediatamente, y sus integrantes, detenidos.
Las torturas por otro lado fueron mayoritariamente físicas y psicológicas. En esto, las fuerzas militares no discriminaron, y con el objetivo de encontrar las supuestas armas, torturaron a todo aquel que podían. Incluyendo a menores, como podemos apreciar.
Asimismo, como era común en la región, a los militantes que fueron detenidos y que cumplían labores de funcionarios en sus respectivas comunas, los dejaron en libertad a los días siguientes, no sin antes haber recibido terrorismo de Estado. El Movimiento de Izquierda Revolucionario, no corrió la misma suerte, y en su conjunto los llevaron detenidos a distintas partes de San Fernando, siendo los principales: La Cárcel de San Fernando y Regimiento N°19 Colchagua.
Capítulo III
“Si hoy día miran mal a los haitianos, a nosotros nos miraban más mal”
3.1: La tortura y sus alcances.
Habiendo abordado a qué grupos se les aplicó la represión en Pichilemu y el cómo se les aplicó, en este capítulo se ahondarán las consecuencias tanto materiales, como psicológicas que tuvieron las víctimas con respecto al terrorismo de Estado.
Tanto el Informe Valech como el Rettig afirman que la tortura marcó un antes y un después en la vida de las víctimas. La experiencia “representó una fractura o un quiebre vital que atravesó todas las dimensiones de la existencia de las víctimas directas y de sus familiares; en muchos casos, las huellas de esa experiencia traumática les acompañan hasta el presente.”98 Fue una bisagra, entre lo que alguna vez fue el sueño de un Chile mejor y lo que realmente terminó siendo, una pesadilla. La tortura queda inscrita en la vida de las víctimas en forma de marca, de símbolo, que siempre está presente. Si no es en forma física, está en la cosmovisión de la vida. Si no es en el miedo, es en la fractura que quedó después de los reiterados golpes. Esta marca, imborrable por lo demás, acompañará a las víctimas por el resto de sus vidas expresándose de manera distinta en cada uno. Pero si hay algo en lo que tiene en común estas marcas, es que de alguna u otra manera, resignifico y reconfiguro la vida de las víctimas.
En psicología, esta marca adopta el nombre de trauma. Piper y Castillo, nos acercan a entender que la violencia política es un causante de trauma, sobre todo si se dan en contextos terrorismo de Estado. En palabras de las autoras: “(…) la vivencia de situaciones de violencia extrema produce profundos efectos psíquicos y psicosociales, también coinciden en referirse a estos efectos mediante el término trauma.”99 De la misma manera, las autoras definen el trauma como: “[la] vivencia o experiencia que afecta de tal manera una o más persona que las deja marcadas, es decir deja en ella un residuo permanente.”100. Este residuo permanente, tiene múltiples expresiones en la vida de las víctimas, dentro de las cuales podemos identificar: los problemas para encontrar trabajo, los problemas familiares causados a raíz de no poder reconfigurar la familia, los problemas de salud asociados a las torturas, los problemas psicológicos, problemas psicosociales, etc.101 Numerosos son los relatos que dan cuenta de las dificultades monetarias y relacionadas al trabajo que sufrieron las víctimas después de sufrir el trauma. Esto, debido a que para estos “fue muy difícil volver a encontrar trabajo ya sea por los antecedentes políticos y penales, por el estigma de peligroso o de terrorista, o bien por las consecuencias invalidantes de la tortura”102. En Pichilemu, este aspecto fue determinante en la vida de las víctimas. Lo primero, porque al ser un pueblo pequeño, la comunidad es mucho más cercana, y por lo tanto, todas las víctimas pasan a ser los malos, los terroristas. En segundo lugar, porque al momento del golpe de Estado, la mayoría de las víctimas se encontraba contratado por el mismo Estado o bien, eran estudiantes de universidades públicas, por lo que, posterior a ser dejados en libertad, las limitantes del mundo profesional junto con la estigmatización sufrida por la misma comunidad, fue el primer gran impedimento para desarrollar su vida personal.
El mismo Informe Valech lo señala así:
“[a las víctimas] por añadidura, se les calificaba como violentos, peligrosos, enemigos de la patria y elementos antisociales. Esta estigmatización limitó las posibilidades de desarrollar una vida considerada normal: conseguir trabajo, permanecer y progresar en el mismo, establecer relaciones fluidas con los demás… Cabe precisar que la estigmatización y sus consecuencias en las interacciones cotidianas adquirieron una dinámica especial en las ciudades pequeñas y en los pueblos, donde torturados y torturadores se cruzaban en la calle; donde la identidad de los delatores era conocida, aunque se evitase hablar del tema, y donde se mantenía rígidamente el silencio sobre lo sucedido, al mismo tiempo que perduraba el miedo y la marginación de las víctimas.”103
3.2: La comunidad Pichilemina como marca.
Los entrevistados en Pichilemu señalan una categoría que engloban las categorías anteriores y dan cuenta la reconfiguración forzada de su vida después de ser víctima del terrorismo de Estado, esta es: ciudadanos de tercera clase. Con este término se refieren, a que, por el hecho de ser de izquierda, de ser víctimas, de haber tenido sus libertades coartadas por el mismo Estado, a su vez, eran los culpables de que el país estuviese así, los responsables de que en Pichilemu no haya habido comida los días previos. Eran el estrato más bajo de la sociedad, eran de izquierda. Por ello, desde la misma comunidad se va formando un desprecio hacía las víctimas, de tal manera que lo van aislando, no solo en el ámbito laboral, sino que socialmente, hasta el punto de desligarlos de su ser anterior, “el estigma es tan fuerte que las familias al sentir el rechazo del mundo externo se van sumiendo en un aislamiento muy grande.”104 Bernabé Pavéz relata el cómo fue sentirse despreciado por la misma comunidad y las dificultades económicas que significó aquello:
“Bueno, lo que empezó ahí, es como, éramos como los ciudadanos de 3ra o 4ta clase (…) ¿Me entendí? Como erai un ciudadano de tercera clase, como estábamos estigmatizados eh… muchas veces discriminados no había, y no había po. Teníamos mi hijo mayor, y la verdad es que fue duro, muy duro. Ganaba 150 pesos y así sucesivamente, pero bueno, había que sobrevivir en esos tiempos. Y bueno, puedo decir de que aquí en Pichilemu no hubieron desaparecidos, pero teníamos muy poca información también, el tema del que la miseria que uno vivió, bueno, no se lo doy a nadie, los golpes no me interesan, sino que fue lo que viviste después. Si hoy día miran mal a los haitianos, a nosotros nos miraban más mal, porque ramos la lacra de los trabajadores, los políticos que éramos en ese tiempo.”105 Nuevamente, el factor político entra en juego. Esta vez, en forma de acicate para la propia comunidad con el fin de poder encontrar un culpable e identificar un enemigo. Este enemigo era la izquierda; las gentes de izquierda; los ciudadanos de tercera categoría. Queda de manifiesto, que, no solo el sujeto como víctima sufre una transformación después de la tortura, sino que, la comunidad por su lado también la sufre. Ya que como bien sabemos la tortura se ejercía como forma de control político y social, y por medio de los cuerpos y las mentes, se lograba someter no solo a la víctima, sino que se usaba a esta como ejemplo para la propia comunidad. Faúndez et al, lo manifiestan de esta manera:
“se entiende la situación de tortura como una relación traumatizante entre el Estado y las personas que fueron sometidas a esta práctica producto de su filiación política. Si bien los efectos físicos psicológicos se manifiestan principalmente en el sujeto sometido, es la sociedad en su conjunto la que resulta impactada especialmente si se considera la tortura como estrategia de control político para regular el orden social por medio de la impronta de amenaza y miedo”106
De esta manera, el control asociado a la tortura es ejercido a través de la misma comunidad. De ser vecinos, se transformaron en jueces, en apuntar con el dedo, e incluso a vigilar a los mismos vecinos, ejerciendo un papel fundamental en la vigilancia y el control de las víctimas. De alguna manera, en Pichilemu fue la misma comunidad fue la que ayudó a ejercer el control político dentro del pueblo, ya que si bien, no contaban con las herramientas legales para ello, se preocuparon de señalar, de apartar y de simultáneamente invisibilizar a las víctimas de terrorismo de Estado. La comisión chilena de Derechos Humanos lo resume de así:
“Las autoridades de la dictadura, en sus declaraciones oficiales, se refirieron a las personas muertas o desaparecidas como delincuentes, terroristas, antisociales y sujetos peligrosos para la sociedad. La sociedad fue incorporando estos conceptos, despojando a las víctimas de su calidad de tales”107. Eugenio González en su relato da cuenta del rol que ejercía parte de la comunidad al momento de dar información a carabineros y en última instancia a la CNI:
“Ya. Esta gente tenía, todos estos weones se hacen los weones. Por ejemplo tenían un grupo… un grupo de… casi todos nosotros pedíamos fiado (…) Entonces a él le preguntaron por mí, por todos, por toda la gente de izquierda de Pichilemu porque éramos pocos. Dónde tenía familiares, dónde vivían los familiares. Todo eso era normalizado por la CNI porque ellos les pasaban los datos y a mi mamá le preguntaron mucho, sabe usted…”108
Más adelante agrega lo que hacía la policía con esa información:
Por otro lado, encontramos en los vestigios de la tortura los problemas para relacionarse con la comunidad misma, desde un punto de vista afectivo y de confianza. El ser delatado por la comunidad y ser juzgado, trae repercusiones en la personalidad y en la forma de relacionarse con esta misma. Piper señala que “la experiencia de ser voluntaria y conscientemente dañado por otro ser humano afecta profundamente la confianza que se tienen los otros y en las relaciones que se pueden establecer con ellos”110. Es por eso, que el trauma tiene su expresión en el diario vivir, en lo material y lo simbólico. Los problemas psicosociales para las víctimas, son otro de los tantos con los que tienen que lidiar después de la tortura. Estar reviviendo la experiencia y reconfigurándose a partir de esta en la cotidianidad. Rafael Moraga describe de alguna manera, los traumas que lo han aquejado hasta el día de hoy, y que grafican de alguna manera, lo establecido anteriormente: “Pero fue una tortura tremenda porque yo sentía un ruido y pensaba que iban a venir por mí. Y lo otro era las miradas de los vecinos de la gente de oposición que había en ese tiempo. Los upelientos, los que se yo, los miristas. Fue terrible. O sea, yo te digo esa es una cosa que me ha costado mucho poder salir a delante (…) Pero hay una cosa psicológica que es tremenda y que, yo creo que lo va a tener uno por siempre” 111
3.3: Las dificultades posteriores
Como mencionamos al inicio del capítulo, las marcas generadas por la tortura y detención son variables y se expresan de distinta manera. Un aspecto que fue fundamental y característico en la vida de las víctimas, fue la falta de oportunidades laborales, pérdida de estudios y de trabajo. En definitiva, de su vida profesional. En el caso de Pichilemu, las entrevistas dan cuenta de estas dos variantes. Por un lado, hay quienes pierden la vida laboral que llevan hasta el momento, y por otro lado, hay víctimas que ven coartados sus estudios tanto universitarios como secundarios. Según los mismos entrevistados, la mayoría de los trabajos en Pichilemu eran de dos tipos. Por un lado, de carácter municipal, esto es, funcionarios a cargo del gobierno y/o la municipalidad, y en segundo lugar, trabajos para privados, y dentro de ellos, destaca el trabajo en fundos aledaños.
Bernabé Pavéz, era en ese entonces estudiante de Filosofía en la Universidad de Concepción y recuerda que su vida tanto estudiantil se vio truncada, y tuvo que pasar directamente al mundo laboral, bajo el estigma de ser ciudadano de tercera clase. En su relato él cuenta las dificultades que tuvo para reinsertarse en el mundo del trabajo:
“Y a usted lo perseguían allá, efectivamente yo salía pa la playa me topaba con pacos que andaban pescando, haciéndose los weones así ponte tú, y le preguntaban a uno. ¿A qué te dedicai? ¿Siempre te hay dedicado a la wea esta?”109
“Ahí tuve que poner a trabajar, de obrero, en la CONAF en el año 74, entré a la CONAF, una pega temporal así, como obrero que es control de dunas, controlar las dunas de Punta de Lobos a Cáhuil. Y bueno… nunca tuve la chance de… Trabajé por el PEM y el POJH 112 todos esos planes, no tenía derecho a trabajar en reparticiones públicas, nadie de la familia.
Hasta que en el año 90 me contrataron recién como funcionario de planta de la CONAF (…) lo que fue ese trayecto fue una, fuimos mirados como, como te dijera yo, como personas de tercera clase, éramos lo peor que había aquí, así que así transcurrió todo eso…” 113
Siguiendo esta misma línea, Eugenio González, quien para 1973 estudiaba Licenciatura en Artes Plásticas en la Universidad de Chile y que en su relato da cuenta, de cómo tuvo que reconfigurar su vida para finalmente convertirse por las condiciones en las que se encontraba en Artesano:
“Yo vivía fíjese, me cocinaba yo mismo y… comía lo que había, por ejemplo si no hay pan, no como, qué wea. (…) Comía jaibas, cochayuyo, mariscos de la playa y me hacía la ropa. Me hacía la ropa, era como hippie, me alcancé a hacer zapatos y vivía digamos muy, y en el verano me componía por la cuestión de las conchitas y después ya comencé a trabajar, me hice una casa de pura piedra. Acarreaba al hombro las piedras, y ahí vivía y pintaba también, cuadros. (…) a veces pasaba días en que no comía, después comencé a trabajar con esos cabros en las plantaciones de pino, trabajaba todos los inviernos ahí, los veranos me iba a la playa, trabajaba en las conchitas.”114
Roberto Becerra, quien en 1973 estudiaba en la enseñanza media, cuenta como con 17 años, y después de estar dos años preso en la Cárcel de San Fernando, las posibilidades fueron coartadas de raíz:
“Bueno mi vida cambió en un 100%, un vuelco radical, porque después de haber estado preso dos años, la mayoría de la gente aquí lo conocía a uno. Por lo menos era problema para encontrar trabajo. Y la mayoría como ejemplo, toda la gente la mayoría lo conocía a uno ah… poco menos le hacían así porque había sido poco menos extremista.”115
Los tres relatos dan cuenta de la dureza a la que se vieron sometidas las víctimas en su retorno a Pichilemu luego de su liberación entre 1973-1975. No solo tuvieron que cargar con el trauma psicológico, físico y el de la comunidad, sino que, al mismo tiempo, sus condiciones materiales y sus proyectos de vida fueron coartados en su totalidad, teniendo que dedicarse a tareas del sector primario, por muchos años de manera informal y esporádica, hasta que en la década de los 90 su situación empezó a cambiar. Sin embargo, las víctimas como sujetos no fueron las únicas.
La familia, por otro lado, cargó también con el estigma de las víctimas, asumiendo con el peso que les fue impuesto por la comunidad. En definitiva, “el sentimiento de los familiares de haber sido vulnerados en su condición más íntima de personas, abarcando proyectos futuros, sentimientos, actitudes, identidad, capacidad de adaptación, bienestar físico y mental.”116 Becerra, nuevamente con su relato, da cuenta de lo difícil que fue para la familia, especialmente para la madre, ver las condiciones en las que se encontraba encarcelado: “Bueno pa uno no tanto, pero pa la familia, mi familia, mi mamá que viajaba todas las semanas a verme a San Fernando. Invierno, verano, con lluvia, sin lluvia, mi mamá iba a verme igual. Así que yo creo que más el problema fue pa la familia que pa uno. Igual uno sufrió los castigos físicos, pero la familia yo creo que sufrió más que los castigos físicos”117
Finalmente señala que:
“Así que yo creo que también fue un vuelco pa mí y la familia. Porque imagine, estar ahí dos años, mi mamá viajando a verme dos años, había que tener plata pa ir a verme. Y por último llevar, aunque sea un paquetito de galletas, así que el sufrimiento no fue solo pa mí, también pa mi familia (llora)”118
Siguiendo esta línea, Eugenio González, relata lo delicado que fue para la madre lidiar con la condición de sus hijos:
“A mi casi me mataron, pero yo aguantaba porque era joven, con 25 años… usted aguanta, aguanta los golpes. Y mis hermanos apretaron cuea, dos, y otro estaba en el regimiento haciendo el servicio militar. Así que la wea era penca pa mi mamá. Imagínese usted.”119 Queda en evidencia que la marca del trauma no era solo llevada por la víctima en su condición de individuo, sino que también, esta traspasaba esta individualidad y era compartida por la misma familia, quien tenía que lidiar con su propia marca. La figura de la madre, en este caso, simboliza aquello. Simboliza el sufrimiento, la vigilia, la angustia y sobre todo la esperanza de volver a ver al familiar, al hijo, al esposo de nuevo libre.
Para finalizar, queda en evidencia que toda violencia extrema, deja una marca, y que esa marca se materializa en trauma que puede ser expresado de múltiples formas. Este trauma, tiene que ser entendido en su contexto histórico y desde la perspectiva de la víctima, lo que significó para ella, en todas sus dimensiones: duración, marcas, afectados, etc. En esta línea, Piper y Castillo señalan que:
“Considerar el trauma como un proceso histórico implica considerar su dimensión temporal, esto es, la duración que tendría el fenómeno mismo de la experiencia traumatizante (que debe distinguirse de la duración de los efectos del trauma, efectos que prácticamente por definición son de larga duración). Por otro lado, es necesario delimitar el terreno que define desde dónde es producido el trauma y la especificidad que esto acarrea en sus efectos, es decir, experiencias traumáticas provenientes de la represión política, provocadas por el estado.” 120
De esta manera se desprende que los victimarios en el caso de Pichilemu no fueron solo los militares, sino que la comunidad, por un lado, jugó un rol fiscalizador y represor. Esta continua marca materializada en la comunidad, en los vecinos, se representó de varias maneras. En primer lugar, tomaron el papel de vigilantes. En segundo lugar, actuaban aislando socialmente a las víctimas, transformándolas en culpables. Y, por último, la sociedad en su conjunto transformo los dos roles anteriores de la comunidad y lo plasmó materialmente en excluir laboralmente a las víctimas. Sin embargo, como señalamos anteriormente, las víctimas no cargaron en soledad con esta marca, la familia también se vio involucrada al ser inserta en esta recaracterización de víctima a culpable. Todo lo anterior se da gracias al carácter de pueblo de Pichilemu. Al ser una comunidad pequeña e íntima, las relaciones eran a la vez más públicas, por lo que era difícil no saber por un lado lo que pasaba, y por otro más evidente, la exclusión era directa y evidente.
Conclusiones
A partir de lo investigado, podemos dar cuenta de que en Pichilemu efectivamente hubo casos de terrorismo de Estado y represión a partir del año 1973. Esto se enmarca en un contexto nacional convulsionado, en que la clase política de izquierda, y por ende, la izquierda en su conjunto, perdieron una batalla que nunca tuvo la posibilidad de pelearse.
Los intereses antidemocráticos jugaron un rol fundamental en el quiebre de la historia republicana en Chile, terminando en un golpe de Estado llevado a cabo y liderado por el dictador Augusto Pinochet, el Partido Nacional y parte de la Democracia Cristiana. Esto a raíz de que el pueblo tenía por fin representación presidencial a través de Salvador Allende y la Unidad Popular. Pero el proyecto popular chocaba con las bases e intereses de la clase que hasta el momento, dominaba la historia y por lo tanto nunca vería la luz en su totalidad. Las violaciones a los derechos humanos dentro del período estudiado, se enmarcan una guerra declarada hacia el marxismo por parte de las autoridades represivas que estaban al mando del gobierno. Esta guerra al marxismo era llevada a cabo con el discurso de salvar a la patria del enemigo interno, el que era la izquierda. Y es en ese contexto de supuesta guerra, en el que se desarrollan las más terribles violaciones a los derechos humanos por parte del Estado, pasando a llevar los principios básicos de convivencia en un país.
Siguiendo esta línea, analizamos las características de la represión en Chile, con su fuerte carácter represivo desde el primer momento y siendo expresión de la política de Estado que buscaba con exterminar políticamente y físicamente a la oposición; la izquierda. A nivel nacional, se puede observar que desde 1973-1990 las principales víctimas de esta política de exterminio fueron militantes del PS, PC y MIR, siendo este último el más afectado en el año 1973.
En Pichilemu la represión comienza entre los días 12 y 17 de septiembre de 1973, se destaca la importancia del MIR en la zona, con un trabajo de base financiado por el mismo gobierno, así como también funcionarios de la Municipalidad que eran parte del Gobierno de la UP. Es por esto mismo, que la represión en Pichilemu estuvo altamente estudiada y planificada antes de ser llevada a cabo, ya que desde el primer momento, el Capitán Manríquez, encargado de la represión en el pueblo, tenía como meta desarticular la militancia de la zona, y sobre todo, desarticular y extinguir al MIR del pueblo de Pichilemu.
Es por ello que podemos afirmar que el grupo que siempre fue el foco de represión en Pichilemu fue el MIR. Los relatos señalan que, desde el momento de la detención, hasta la posterior encarcelación de los militantes, el trato fue distinto. Desde la liberación de los militantes del PS y del PC en el tiempo de una semana, hasta las penas de 2 a 35 años que sufrieron los militantes del MIR. Este núcleo del MIR en la zona, como mencionamos anteriormente, formaba parte de un plan de trabajo para paliar la cesantía en Pichilemu. Por ello, hay que entender al MIR de Pichilemu, como una extensión del gobierno de la UP en la zona, ya que a pesar de que la naturaleza del MIR, tanto en su discurso como en su línea política avalaban la lucha de clases por cualquier vía, incluyendo la lucha armada, en la práctica la base mirista en Pichilemu no podía ser más distinta. Los propios militantes dan cuenta de ello en su relato, quienes cuentan que nunca tuvieron las armas de las que se les acusaba por solo el hecho de ser miristas, y que por otro lado, no había una unificación en la línea política del MIR, estando muchos en contra de la misma lucha armada, no así del trabajo realizado en la zona. En definitiva, eran una extensión del Gobierno de la Unidad Popular en Pichilemu.
Por otro lado, hay que resaltar la importancia y el carácter de pueblo de Pichilemu al momento de hacer un análisis de la represión en el pueblo. Como señalan las fuentes revisadas, en los pueblos la represión de dio de manera distinta. En las ciudades, la represión era más personal y muchas veces no se percibía en la comunidad. En cambio, en los pueblos y específicamente en Pichilemu, la comunidad jugó un papel importante en la represión posterior. Este papel de la comunidad se manifestó de varias maneras siendo las principales el aislamiento social y la exclusión de las víctimas en el ámbito laboral. El aislamiento social, se vio muchas veces impulsado por el miedo, ya que como ya revisamos la tortura y la represión, no solo buscaba dominar la mente y los cuerpos de las víctimas, sino que usaba a estas como símbolos para dominar a su vez a la comunidad que les rodeaba, es por ello que la comunidad por distintos motivos caía en la exclusión social de las víctimas, y en los pueblos chicos era imposible no darse cuenta de ello. Además, las fuentes señalan que hubo sectores de la misma comunidad que voluntariamente, desde el momento en que se dejaron en libertad a las víctimas, entre los años 1973 y 1975, se dedicaron a vigilar y entregar información a las autoridades de carácter represivo, para hacer un seguimiento desde lo local.
Sin embargo, las víctimas como individuos no fueron las únicas en sufrir los traumas de la represión. La familia está inserta y es parte constante de este sufrimiento. La desesperanza de no estar con los seres queridos, el tener que reconfigurar el núcleo familiar por la ausencia tanto física como psicológica de las víctimas es una tarea que de la familia en su conjunto.
Para finalizar, es importante recalcar la importancia de los trabajos de memoria y de historia local en los cuales está adscrita esta investigación. La memoria y los estudios de esta son una herramienta valiosa para reconstruir vivencias que se experimentan desde lo personal pero que impactan en lo colectivo, como es el caso mismo de la tortura y la represión durante la dictadura en Chile. El individuo, desde la experiencia personal, da cuenta de elementos reconstitutivos de una memoria histórica que habita en las víctimas que aún buscan esa esquiva justicia, que tanto les debemos como país. Estas memorias son espacios de resistencia, espacios políticos que buscan ser escuchados y a su vez tomados en cuenta. Estas memorias son fuentes fundamentales para poder estudiar, comprender y trabajar sobre los errores que como país cometimos. En resumen, “dar cuenta de la experiencia de tortura y genocidios significa romper los silencios, los no dichos, las palabras ahogadas en la imposibilidad de ser enunciadas por la víctima”121.
Asimismo, la historia local, como su nombre lo dice, aporta desde la localidad, desde lo micro, desde lo pequeño; desde lo íntimo. Resaltar la relevancia de estos estudios, está en cambiar la perspectiva sobre un fenómeno que sin duda es colectivo, pero que desde la intimidad de las víctimas y de las experiencias, cambia el significado y la forma en cómo se perciben los resultados, en este caso del terror. La historia de los pueblos, en este caso de Pichilemu, está inserta en las sensibilidades que nos aporta la historia local, la relevancia de la comunidad por sobre lo individual, y como lo privado es de alguna manera público.
Por último, las motivaciones de este trabajo vienen desde el Chile actual post dictatorial, en el que aún muchos de los vestigios asociados a la dictadura viven en nuestra sociedad. La prevalencia de los proyectos privados por sobre los colectivos, de la competencia por sobre la cooperación, de la injusticia por sobre la justicia. Y es en ésta última desde donde nace la mayor motivación por tocar los temas tratados en este informe, que son la falta de justicia, verdad y reparación. A 45 años de lo ocurrido, ha habido instancias de reparación, partiendo por la declaración de culpabilidad que mostró el Estado desde el retorno a la democracia.
Sin embargo, vemos como todavía, en muchos casos, los casos de injusticia prevalecen. La libertad de violadores de derechos humanos, así como los civiles que contribuyeron a mantener el poder por 17 años, hacen imposible si quiera empezar a hablar sobre el camino de la reparación. Es por eso que este trabajo no solo aporta a la historiografía del período, sino que también, de alguna manera aportó a las victimas al ser al menos escuchadas, al convertirlos en interlocutores válidos dentro de este debate, en el cual muchas veces nos olvidamos de que hay víctimas en lugares remotos. En definitiva, dotar de voz a lo que alguna vez no la tendrá; a mantener viva esa memoria que vive en resistencia y que clama por justicia.
98 Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura. P.497.
99 Voces y ecos de Violencia: Chile, El salvador, México y Nicaragua. 1998. Por Isabel Piper y María Isabel Castillo et al. Santiago. P.32.
100. Op. Cit. Por Isabel Piper y María Isabel Castillo et al. Santiago. P.33.
101 Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura; Comisión chilena de Derechos Humanos, Fundación Ideas. 1999. Op. Cit.
102 Piper, Isabel. 2005. Obstinaciones de la Memoria: La Dictadura militar chilena en las tramas del recuerdo. Tesis para optar al grado de Doctora en Psicología. Universidad Autónoma de Barcelona. P.199.
103 Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura. P.510.
104 Comisión chilena de Derechos Humanos, Fundación Ideas. 1999. Op. Cit. P.116.
105 Bernabé Pavéz, dirigente sindical, exmilitante Socialista durante la dictadura. Entrevista realizada el 16 de junio de 2018.
106 Faúndez, Ximena; Brackelaire, Jean-Luc y Cornejo, Marcela. 2013.
Transgeneracionalidad del Trauma Psicosocial: Imágenes de la Dictadura Militar Chilena Reconstruidas por los Nietos. Psykhe 22(2): P.86
107 Comisión chilena de Derechos Humanos, Fundación Ideas. 1999. Op. Cit. P.116
108 Eugenio Gonzáles, Artesano, ex militante del MIR de Pichilemu. Entrevista realizada en junio de 2018
109 Eugenio Gonzáles, Artesano, ex militante del MIR de Pichilemu. Entrevista realizada en junio de 2018
110 Piper, Isabel. 2005. Op. Cit.. P.218.
111 Rafael Moraga, Ingeniero de la CONAF, ex militante MIR y actual militante del PS. Entrevista realizada en mayo de 2018
112 PEM: Programa de Empleo Mínimo (1974); POJH: Programa de Ocupación para Jefes de Hogar (1982).
113 Bernabé Pavéz, dirigente sindical, exmilitante Socialista durante la dictadura. Entrevista realizada el 16 de junio de 2018.
114 Eugenio Gonzáles, Artesano, ex militante del MIR de Pichilemu. Entrevista realizada en junio de 2018
115 Roberto Becerra, jubilado, estudiante secundario en 1973. Entrevista realizada en julio de 2018
116 Comisión chilena de Derechos Humanos, Fundación Ideas. 1999. Op. Cit.P.112
117 Roberto Becerra, jubilado, estudiante secundario en 1973. Entrevista realizada en julio de 2018
118 Roberto Becerra, jubilado, estudiante secundario en 1973. Entrevista realizada en julio de 2018
119 Eugenio Gonzáles, Artesano, ex militante del MIR de Pichilemu. Entrevista realizada en junio de 2018.
120 Voces y ecos de Violencia: Chile, El salvador, México y Nicaragua. 1998. Por Isabel Piper y María Isabel Castillo et al. Santiago. P.33
121 VIÑAR, M. Violencia Política extrema y transmisión generacional. En: Una memoria sin testamento. Dilemas de la sociedad latinoamericana posdictadura. 2016. Por Fedra Cuestas, Patrice Vermeren y María Guadalupe Santa Cruz “et al”. Santiago. LOM Ediciones. P.76
Anexos:
N°1. Memorial Luis Lopetegui, ubicado en la Puntilla de Pichilemu. Foto sacada por el autor. Pichilemu 2018.
N°2. El Barco fantasma de Pichilemu, ubicado en la puntilla. Fuente: https://peterpacher.wordpress.com/2009/04/16/pichilemu/dsc03263/
Fuentes:
– PAC Consultores. 2010. Plan de desarrollo comunal de Pichilemu. Tomo I. Caracterización diagnostico técnico comunal.
– Censo 2017. Instituto Nacional de Estadística
– Entidades de Población (Censo Población) Provincia de Colchagua.
– República de Chile, Instituto Nacional de Estadística. Población de Colchagua, XIV censo de Población y III de vivienda.
– Decreto con Fuerza de Ley 8582. 30 de diciembre 1928. Ministerio del Interior. En: <> -United Nations, Office on Drugs and Crime. Definitions of terrorism. [en línea] [consulta 20 de abril 2018]
– Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura
– Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación.
-Entrevista Omar Rubio, militante y encargado del MIR de Pichilemu y funcionario de Gobierno de la Unidad Popular. Entrevista realizada en agosto 2018.
-Entrevista Bernabé Pavéz, dirigente sindical, exmilitante Socialista durante la dictadura. Entrevista realizada el 16 de junio de 2018.
-Entrevista Roberto Becerra, jubilado, estudiante secundario en 1973. Entrevista realizada en julio de 2018
-Entrevista Rafael Moraga, Ingeniero de la CONAF, ex militante MIR y actual militante del PS. Entrevista realizada en mayo de 2018.
-Entrevista Luis Castro, electricista jubilado, militante del Partido Comunista. Entrevista realizada el 16 de junio de 2018.
-Entrevista Eugenio Gonzáles, Artesano, ex militante del MIR de Pichilemu. Entrevista realizada en junio de 2018.
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Fotografías: Internet/Del Autor
