Fuente: www.pichilemunews.cl – 15.11.2022
– Una visita pospuesta al lugar conocido como la Gruta de la Virgen -y que se concretó recientemente- junto con alentar más su curiosidad, la dejó con una enorme preocupación, que no es menor, considerando que -lo visto y fotografiado- revela daños que tarde o temprano pueden generar secuelas no deseadas.
Tras esta confesión y solicitud de información y ante la gravedad que reviste esta realidad constatada, aparte de otras situaciones que requieren de urgente intervención, es que decidimos solicitar más información a la emprendedora Alejandra Moraga Pino.
Antes de seguir señalar que, a Alejandra hace un tiempo relativamente poco es una de las amigas en la plataforma Facebook. Y a poco andar, su interés en conocer más de la historia de Pichilemu nos llamó la atención. Y, hemos tratado de responder lo poco que sabemos, y lo que no sabemos, la hemos orientado o dicho: Esa información está en tal libro. Es así que, tras obtener el libro “Pichilemu, mis fuentes de información” y otros que conocemos, nos contacta como ahora para señalar ..
A raíz de la lectura del libro de su hermano, pude finalmente darme el tiempo e ir a conocer la Gruta de la Virgen.
Y se explaya: Acá va el posteo al respecto …
Le contestamos: ¿Qué tanto es el deterioro que te causa temor?
Nos réplica: “La verdad que no sé de construcción, pero esos fierros a la vista, carcomido por el aire salino, los años de construcción son de más de 100 años. Y, según el libro de su hermano, esos fierros fueron con el propósito de darle sustento a la escala que estaba en construcción, para acceder a la playa.
Creo que ese daño que presentan los fierros, puede provocar que en un momento, colapse, ya por el peso que está soportando y el tránsito de personas. No quiero imaginar siquiera eso …”.
¿Es muy catastrófica la idea que algo semejante pueda ocurrir?
Creemos que no. Además, está otro factor que no se ha considerado. Un sismo también podría provocar un hundimiento y correspondiente secuela dependiendo de la fecha eventual de ocurrencia.
Si bien el 27/F no provocó aparentemente ningún daño, nadie puede asegurar “no pasará nada”.
¿Algún pichilemino sobre los setenta, puede asegurar que la Copa de Agua -con 500 m3 de agua- podría haber soportado la oscilación con las “patas y/o pilares” antiguos, el 27/F? Cabe señalar que, en los años ’70 los pilares de la Copa de Agua, a menos de 40 años de su construcción, presentaban fierros a la vista en varios lugares. En ese momento, también se hizo un llamado de alerta; el que tuvo atención y en menos de una década se reemplazó por la base actual.
Historia
Corría el año 1908, cuando diversas obras iniciadas por el impulsor del balneario -Agustín Ross Edwards- estaban en pleno apogeo; sucedió algo impensado.
En efecto, una cuadrilla de trabajadores junto al capataz estaba excavando con chuzos, a la altura del inicio de la que sería una empinada escala para vencer la abrupta topografía, cuando de pronto un chuzo “desapareció” virtualmente.
Ante el asombro de los trabajadores, se paran las faenas para buscar la explicación. Tras un rato en que no aparece una razón, a alguien se le ocurre decir que, quizás, haya una cueva desconocida hasta ahora. Y otro, señala que, quizás, detrás de los espesos arbustos al borde del risco, abajo, esté la entrada.
Todo no dejaba de tener sentido, así que el capataz dio la orden para que bajaran y despejaran la tupida vegetación. Paralelamente, dio la orden a un ayudante para que avisara a don Evaristo Merino, a la sazón el administrador y mano derecha de don Agustín. Y que éste se apersonara ante lo que estaba ocurriendo.
No pasó mucho rato y por lo más cercano al farellón, se dieron cuenta que, efectivamente había una entrada en la roca.
Cuando llegó el administrador Evaristo Merino, los trabajadores ya habían avanzado bastante. Y como vio que ya se podía ingresar, dio la orden de dejar así para prevenir la entrada de personas sin autorización y evitar algún problema. Junto al Capataz y un par de hombres premunidos de faroles a carburo, ingresaron un poco; pero al ver unos montículos de tierra, ordenó detenerse y no seguir, al tiempo que dio la orden de tapiar la entrada con los mismos arbustos cortados y removidos.
Explicó al capataz y trabajadores que se comunicaría con don Agustín para informarle que ante un posible hallazgo de tumbas, era necesario que una persona experta pudiera venir a estudiar de qué se trataba. Y, dependiendo de la respuesta de éste, si los trabajos continuaban o no. Al tiempo que, les dijo, que mientras eso se despejaba, todos iban a seguir mientras tanto en otra faena.
Científico
Pues bien, la historia de ese hallazgo quedó documentado en un informe que realizó don José Toribio Medina, quien -por encargo de don Agustín Ross- viajó a Pichilemu y procedió a estudiar de qué se trataba. Su informe lo tituló “Restos indígenas en Pichilemu”, el que fechó el 16 de junio de 1908, dirigido al Rector de la Universidad de Chile.
Dicho informe que está referido en el libro “Pichilemu, mis fuentes de información” (editado por la Editora e Impresora “El Promaucae”, Pichilemu, 1990 y reeditado en 2022); dice en su párrafo final: “Los resultados obtenidos con el examen de los restos humanos de Pichilemu no son, en realidad, del alcance que la noticia del hallazgo hizo concebir en un principio, pero de todos modos no carecen de interés para el estudio de los aborígenes de aquella parte de la región central del país. Unidos á los que puedan proporcionar descubrimientos posteriores servirán para determinar líneas más generales y conclusiones bien fundadas á que con sólo ellos á la vista no es posible llegar por hoy. Son, diremos, un simple anillo en la cadena de la vida de los hombres que nos precedieron en este suelo. Tal es lo que puedo expresar en desempeño del encargo que me fué confiado.
Soy de usted atento y seguro servidor.
J. T. Medina”.
Pues bien, hoy, y con bastantes investigaciones que se han realizado en otros lugares, es posible llegar a una conclusión más certera, considerando que hay muchas coincidencias y similitudes con hallazgos en la zona norte y central del país, donde podría señalarse que la cultura molle, estuvo o influenció en la cultura que los indígenas que poblaron esta zona de la antigua Colchagua (desde el año 1979 provincia de Cardenal Caro).
Por cierto, esta es una hipótesis, como muchas que podrían señalarse. Y, que da pie, para que -en un futuro- pueda retomarse un estudio que, recogiendo la información del científico José Toribio Medina, pueda confrontarla, ahora, con la que se ha podido estudiar en estos más de 100 años transcurridos.
Maloliente
Siguiendo con la conversación, a raíz de la experiencia de Alexandra Moraga, y con las demás preocupaciones, nos contó lo siguiente: “Si bien volver a visitar a Gruta me ha llenado de más curiosidad, no es menos cierto que -mirado desde un punto del turismo- el ingreso al lugar y entorno deja mucho que desear. Abandonado es poco decir, dentro de la caverna detrás de la imagen de la virgen, basura como cajas de vino y escombros dan la bienvenida a los fieles. Y, pensar que allí, se venera una imagen religiosa y las personas van a orar, prender velas. Todo lo cual es evidente, al ver velas derretidas. Incluso hay placas que dan testimonio de gratitud “por favores concedidos”, nos dice Alexandra. Y agrega: “Aparte de esto, hay un sinnúmero de graffitis en la entrada Y una placa, cuya lectura es difícil leerla, es lo único que puede orientar al turista, donde se alude que ahí se encontraron restos de aborígenes “Promaucaes”. Resumiendo, está sucia, maloliente, llena de grafitis afuera, está abandonada. Pienso que esa caverna o gruta debería transformarse en otra cosa”.
Y concluye: “La importancia a nivel arqueológico a sido dejado de lado, la historia que hay detrás del hallazgo es fascinante, el rito funerario es un enigma y más aún la data de aquel descubrimiento. Un pueblo sin historia es un pueblo sin identidad y como pichileminos estamos al debe con la historia de nuestro pueblo, la que se remonta mucho antes de la llegada de Agustín Ross”.
Zona Típica
Cabe señalar, que el lugar ha sido catalogado por las propias autoridades municipales como “un meadero”. Al menos, así lo señaló años atrás un concejal al tocarse el tema en el Concejo Municipal. Aunque, por el estado en que permanece poco hicieron entonces esas autoridades municipales. Y hoy, no se sabe cuál es el interés de las actuales autoridades por este lugar, pese a que está en la Zona Típica (Declaración publicada en el Diario Oficial, el 22 de diciembre de 2004).
No está mal recordar, que esta Zona Típica -que impulsamos y gestionamos en el Concejo Municipal y llevando la documentación personalmente al Consejo de Monumentos Nacionales- fue acogida y declarada como tal, pues la fundamentación era proteger gran parte de la obra balnearia que realizó don Agustín Ross Edwards, con el fin de que las futuras generaciones pudieran conocer parte del pasado esplendor del balneario, entre otros antecedentes.
No obstante, muy poco se ha podido lograr con ese propósito, pues la Zona Típica ha sido vulnerada más de una vez; mientras el municipio -como lo ha hecho en otras situaciones- ha mirado para el lado, desentendiéndose, dejando hacer ….
Fotografías: Alejandra Moraga P.
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