
Fuente: www.pichilemunews.cl – 24.04.2023
– Aunque sin ponche de chirimoya -por ahora- matrimonio que renovó votos por sus 60 años estuvo rodeada de sus familiares y amigos que le fueron a felicitar por ese tremendo logro.
– El padre Enzo, de la Parroquia local fue el encargado de hacerlos renovar votos matrimoniales y bendecir al feliz matrimonio de Pedro (21) y María (15) que tenían al momento de casarse el 20 de abril de 1963 en la Iglesia “El Carmen” de Pichilemu.
Cuando la convulsionada vida que se lleva hoy y que cada día evoluciona -para bien o para mal- las personas y las relaciones interpersonales se hacen más difíciles, incluso al interior de las propias familias.
Sin embargo, hay hechos que nos resultan sorprendentes, como lo que ocurrió la noche del sábado en la ciudad de Quillota, conocida por su exquisita fruta: la chirimoya.
En efecto, una amiga pichilemina que reside en esa ciudad en días recientes -al tomar contacto a través de las redes sociales, después de algún tiempo- luego de preguntarnos en qué estamos, le comento que estoy a minutos de tomar locomoción a Pichilemu. Y me dice: “Aunque lo envidio, mañana sábado junto a mis hermanos le tenemos preparada una sorpresa a nuestros padres”.
¿De que se trata? Ocurre que junto con estar felices de que tenemos aún a nuestros padres para disfrutarlos, ellos cumplieron 60 años de matrimonio hace unos días y, ellos no lo saben, estamos calladitos. No los saludamos, pero mañana nos reuniremos en su casa y los celebraremos. Tenemos hasta al curita invitado para que renueve los votos y bendiga su matrimonio …”.
Ya a punto de partir nuestro bus, junto con despedimos, le expresamos: “Me alegro de esta boda de diamante de sus padres. Mis saludos y mucha felicidad y salud en los próximos 60 ….. y cuénteme sobre ello ….”.
Junto con agradecer los deseos, quedó en comentarme.
Y cumplió, ayer en la tarde me envió algunas fotografías tomadas por ella; lo que aprovechamos para consultarle más sobre sus padres, cómo, dónde, cuándo y quién los caso, entre otros detalles.
Historia de amor
Antes de contar algunos aspectos de esta verdadera historia de amor, primero les diremos que esta pareja -la integra una pichilemina y un oriundo de Tiltil (Til Til), y son los padres de cuatro hijos. Conocemos a dos de ellos; de años al buen amigo Pedro y a su hermana menor, Maribel, que la conocimos a través de las RRSS y nos hicimos amigos en una de sus plataformas.
Buscamos en Google el gentilicio de los habitantes de Til Til, mas nos fue mal, pero el significado de la palabra en mapudungun “tril-tril” significa “andar sonámbulo”. También “desnudo”, de triltran (adj). ‘desnudo’ o de trililamun, ‘andar sonámbulo tintineando con algo (como campanitas …).
Bueno, esta historia se inicia más o menos así: Pedro Donaire -de 18 años a la fecha- llegó a nuestra comuna por invitación de uno de sus tíos hasta la Estación de Larraín Alcalde.
Antes de entrar a Ferrocarriles como un obrero a trabajar en el cuidado y mantención de las líneas, había trabajado como fabricante de zapatos en Tiltil, donde su padre -también ferroviario- se desempeñaba en ese lugar.
Esa invitación se concretó exactamente el 23 de diciembre de 1958. Viajó desde la Estación de Panguilemu -en el tendido férreo Santiago-Puerto Montt, hasta la Estación de Larraín Alcalde, en el Ramal San Fernando-Pichilemu.
Debemos aclarar que don Pedro -un trabajador serio, responsable en su trabajo- no llegó ni sonámbulo ni desnudo. Al contrario, estaba con los ojos bien abiertos y cuando conoció a la pichilemina María Castro -aun una estudiante- quedó “prendado”. Ella vivía en el lugar junto a su familia, porque su padre también era ferroviario asignado a la cuadrilla de ese sector.
María Castro, a la sazón de 12 años también sintió “maripositas en su estómago”. Y miradas van, miraditas vienen, se prometieron amor eterno (y vaya que fueron sinceros en esa promesa).
Pero, don Pedro debió volver a su trabajo en Panguilemu (una Estación cercana a Talca) y quedaron “pololeando por selector” y, cuando don Pedro tenía días libres o vacaciones volvía a “atizar ese amor”. Y, tres años más tarde -él de 21 años y su amada de 15- se atrevió a pedirle a su suegro a su hija María, lo cual aceptó, pero ambos padres de la novia debieron autorizar el matrimonio de acuerdo con lo que se estilaba entonces.
No está de más recordar que, en décadas pasadas, los padres -incluso sin consentimiento u opinión de su hija- estos pactaban y hasta negociaban el matrimonio de sus hijas siendo niñas de corta edad. Y eso se cumplía a rajatabla, no obstante, en algunos casos el esposo era muchos años mayor que la “novia” y esta quedara espantada al saber del destino que había elegido su padre para ella.
En el caso que nos ocupa no era ni tanto, para otros que se conocen hoy en día. Donde más que amor hay intereses de por medio.
Matrimonio y familia
Todo conversado, acordado y preparado, el día 20 de abril de 1963 llegaron a casarse a la Iglesia “El Carmen” de Pichilemu donde los esperaba el cura párroco Orozimbo Fuenzalida; quien después del sermón para ese oficio religioso, los hizo repetir las palabras de rigor, bendijo las argollas, ambos se las pusieron el uno al otro. Luego el beso, la bendición a la pareja y la salida del templo con el arroz cayendo sobre sus cabezas y enseguida los abrazos, las felicitaciones y buenos deseos para la vida matrimonial que venía a partir de ese momento.
Terminada la fiesta de matrimonio en compañía de sus familias y amistades, vino el viaje de luna de miel. Y, después de unos días volver a la vida real. Se fueron a vivir un tiempo a Panguilemu, hasta que logró el traslado a Larraín Alcalde, lugar en donde seguía viviendo la familia de María y, pronto venía en camino la primera hija: María. Luego siguió Pedro, más adelante Jacqueline y, el conchito: Maribel, nuestra amiga y reportera gráfica para este artículo.
Posteriormente, don Pedro fue destinado a otros lugares, donde paralelamente fue tomando mayores responsabilidades.
Alcones, Rungue, Pichilemu, Quintero, Graneros y Quillota fueron sus siguientes destinaciones hasta que llegó la edad para jubilarse; decidiéndose a quedar en esos verdes valles quillotanos, cultivando su amor entre el verdor de los campos y el agradable olor a sus chirimoyas, entre otras frutas y flores.
Bodas de Diamante
Ahí en Quillota vive hasta hoy junto a su esposa María y al menos una de sus hijas que permanentemente le visita.
Y, tal como sus Bodas de Oro al cumplir sus 50 años de vida matrimonial -que no pasaron sin celebración- menos podía pasar con las Bodas de Diamante.
Los hermanos y demás familiares se pusieron de acuerdo y llegaron a celebrar: Hijos, yernos, nueras, nietos y hasta un bisnieto fueron a saludarle. Llegaron acompañados del Padre Enzo, sacerdote que al preguntarles cuál era el “secreto de su amor” para mantenerse juntos por tanto tiempo, ambos casi al unísono respondieron en forma inmediata “fue el verdadero amor, la paciencia, la lealtad, resiliencia, la armonía, el compartir cada día con cariño y también con alegría. Así han pasado los años ….”, contaron en medio de los aplausos y los “saluces” .., recordó Maribel.
Consultada Maribel, cómo había resultado esa fiesta, dijo: “Fue una ceremonia muy linda y emotiva. El sacerdote dijo que era muy poco común bendecir un matrimonio de 60 años, lo pasamos muy hermoso, junto a la familia y amistades. Y la fiesta se la hicimos con mucho cariño por regalarnos tantos años juntos”.
¿Y cómo vio a sus padres?
“Uff, imagínese. Estaban muy contentos, emocionados en algunos momentos y felices de ver una vez más a sus nietos, Gary, Luis, Nicolás, Bastián y un bisnieto de días que se llama Atreus. A sus hijos y demás familiares, como amistades cercanas”.
Sin duda, una celebración muy especial y significativa que quedará atesorada en sus corazones hasta último momento. Y la satisfacción de sus seres queridos de vivir una fecha lejana, pero que, con el ejemplo de sus padres quizás lleguen a repetirla.
Un deseo íntimo que cada uno tiene el deber de cultivarlo con la receta de sus mayores …
Fotografías: Gentileza de MDC.
