Fuente: www.emol.com – Por: Felipe Santibáñez – 18.03.2021
Pronto debería irse a Estados Unidos para unirse a la promotora del ex campeón del mundo, Óscar de La Hoya.
El ruido de la campana resuena en la Federación de Boxeo de Chile. Denisse Bravo viste de azul y lleva un cabezal rojo a tono con sus zapatillas. Luce ansiosa. Está peleando con Carolina “Crespita” Rodríguez, la única chilena que ha sido campeona del mundo. “Cuando se agache métele el gancho”, “Con potencia, es lo último ‘China’”, le grita su entrenador al borde del ring. La cabeza de Bravo sale hacia atrás en un par de ocasiones, pero mantiene la presión. Se acerca y descarga la potencia de sus puños. Vuelve a sonar la campana. Hay que ir a las tarjetas y se confirma el batacazo. La púgil de 19 años se lleva la victoria.
El combate era por el selectivo que está realizando la Federación con miras al Preolímpico de Buenos Aires. Bravo lo recuerda con una risa tímida. “Nunca pensé en que llegaría a enfrentarla y menos ganarle. Fue un gran logro. Orgullosa de mí, de lo que he logrado a través del tiempo. Mi estilo es para adelante todo el rato. Fajadora total, eso de estilista no me sienta mucho. Me gusta buscar la pelea. Dar y recibir, aguantar y seguir dando. Yo creo que mi estilo tiene que ver con mi vida. Mostrar siempre valentía y sin miedo a nada, ir a entregar todo, adelante siempre”, le cuenta a Emol.
La “China” mide un metro sesenta, combate en la categoría de los 57 kilos y en su antebrazo lleva tatuado el rostro de un tigre. Viaja todos los días de Valparaíso a Santiago para poder entrenar. En el puerto vive con su mamá. No le queda de otra. Arrendar algo en Santiago está totalmente fuera de su presupuesto.
Se levanta diez para las cinco de la mañana, 5:30 toma el bus y llega a la capital cerca de las 8:00 a.m. A las 3 de la tarde toma el bus de vuelta y alrededor de las 5 está en Valparaíso. Entre los entrenamientos y el almuerzo, sale a la calle a hacer malabares.
“Hago trucos con pelotitas. Me gustaban mucho los malabares y un amigo me enseñó. Un día me dijo: ‘tírate a un semáforo, así siempre vas a poder tener plata de alguna manera’. Los malabares me han ayudado bastante, sin eso no tendría para la comida o para el pasaje”, comenta. Bravo relata que su padre también fue boxeador y que iba a verlo a las peleas en su natal Curicó. A los 15 empezó a entrenar. Los resultados no demoraron en llegar. Fue campeona nacional juvenil, medalla de plata en el Campeonato Continental de Colorado en Estados Unidos, tercer lugar a nivel panamericano y quinta en el Mundial amateur de Hungría.
Poco a poco fue notando que podía competir al primer nivel, que no le daba miedo. Escuchaba elogios, le ponían el cartel de promesa y le auguraban grandes triunfos. Sin embargo, todo eso contrastaba con la precariedad que encontraba en Chile. Después de muchas pellejerías, en 2019 se alejó del boxeo.
“Estuve viviendo un tiempo en la Federación, pero se acabó porque llegó gente de otros lados y me tuve que ir. No tenía donde quedarme en Santiago. Me desmotivé mucho. No tenía apoyo con la comida ni con el alojamiento. Cuando comenzó la pandemia me fui al sur, no tenía señales de nada, no me llamaban. En un momento dije que tenía que retomar, de volver a hacer lo que me gusta, pero nació de mí”, expresa.
Una vida difícil
A Bravo siempre le ha costado encontrar su lugar. Su mente la hace viajar a la época de la infancia. Era “maldadosa”, como ella misma dice, y nadie se quería hacer cargo de ella. “Mi vida ha sido complicada. Estuve un tiempo en un internado, un año encerrada con mis hermanas. Después salí. Estuve en la calle, con las malas juntas, malos momentos, malas decisiones, muchos desvíos. Vino la separación de mis papás, teniendo que estar siempre viajando de un lado a otro. Siempre fui el problema, nadie me quería cuidar. Mi familia se peleaba por quién me tenía que cuidar. Pasaba un año aquí, un año allá, otro año que me dejaron sola”, narra.
Se fue a trabajar al campo un tiempo y a los 16 años ya vivía sola. De una u otra manera se las arreglaba para sobrevivir. Al llegar a la que era su casa por ese entonces, se ponía a entrenar. Pese a lo violento que es el boxeo, asegura que le da una paz tremenda. “Me da tranquilidad, es algo que me llena. Es difícil encontrar algo que te llene. Algunas personas lo encuentran en el estudio o en el trabajo, pero yo lo encuentro en el boxeo. Es un cable a tierra”, manifiesta.
Hace unos años, conoció a Gustavo Astroza. El agente le consiguió una oportunidad para ir a trabajar con la promotora de Óscar de La Hoya, reconocido ex campeón del mundo, a Estados Unidos. Allá estará a cargo de Vladimir Baldenegro, entrenador de Julio César Chávez Jr. y ex preparador de Marcos “Chino” Maidana. El viaje debería concretarse cuando amaine la pandemia.
Pese a ganarle a la “Crespita”, Bravo no tiene un cupo asegurado en el Preolímpico. El equipo técnico de la selección tomará la decisión final.
La “China” quiere seguir teniendo topes. En medio del ajetreo de su vida cotidiana, de los viajes de Valparaíso a Santiago y de los malabares en los semáforos, a veces le gusta mirar hacia atrás.
“Siempre es bueno recordar de donde uno viene y todo lo que ha tenido que pasar. De los malos momentos, rescatar lo bueno y sacar enseñanzas. Te puedes caer de nuevo y te tienes que parar, no hay otra. Mi crecimiento en estos años ha sido de mucha soledad y mucha madurez a tan poca edad. Siempre se me ha hecho bien difícil la vida y tener la disciplina y seguir a pesar de los problemas”, cierra.
Fotografía: Instagram Denisse Bravo
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