
Fuente: www.pichilemunews.cl – 01.01.2025
El sacerdote, como la mayoría de sus hermanos, fue amante de las letras y, siempre en sus escritos estuvo evocando esos rincones que recorrió en su infancia en la comuna natal, Pichilemu.
Si bien se le conocen solo dos libros –“De niño campesino a Cardenal” (1966)- y una novelita que llamó “El almacén de mi tío Desiderio” (1998), sus escritos con semblanzas pueblerinas y rurales fueron una cantidad importante que esparció por diarios, revista y periódicos del país -incluida Las últimas Noticias” de Santiago- para contarnos trazos de la vida diaria, donde muchas veces los lectores nos quedábamos con gusto a poco, o intrigados, ante sus abruptos finales.
Conocí muy bien a uno de sus hermanos, del cual -pese a la diferencia de edad- nos consideramos amigos y nos apoyamos mutuamente en actividades de orden cultural. Me refiero a don José Santos (1921), escritor también -con dos libros publicados: Pichilemu y sus alrededores turísticos y Hombres y cosas de Pichilemu- donde fuimos el editor de su primer libro (Editora e Impresora “El Promaucae”), en tanto su hijo José Luis, fue quien le diseño y editó el segundo, en su calidad de diseñador gráfico computacional.
A don Guillermo, profesor primario lo conocimos menos, como a su hermano Peter, empresario de juegos de salón (pool, billares, taca-tacas, poolinas y mesas de ping-pong).
A su hermano mayor, el médico José Luis (25.11.1910) no lo conocí. Escribió tres libros: Morbus (1934), Calle Abajo (1943) y Tierra del Oro y la Virgen (1966). Murió a los 67 años.
Desde muy temprano fue enviado a estudiar afuera de la comuna, para entrar a la universidad donde se tituló de médico y ejerció como tal gran parte de su vida en Andacollo. De hecho, el Hospital -tras su muerte- fue bautizado con su nombre.
También, conocí, aunque poco a sus hermanas Guillermina, química farmacéutica, y a Cristina. Y, a los demás, nos los conocí …..
Jesuita
Nació en 1914 en la comuna de Pichilemu, era el quinto de doce hermanos.
Paralelo a su labor pastoral y de profesor, donde llegó a ejercer el cargo de rector del colegio San Ignacio, fue un escritor e incansable colaborador de la prensa nacional.
Son, precisamente, estas crónicas y artículos que publicó durante décadas, religiosamente, en diarios, revistas y periódicos los que le valieron el reconocimiento entre sus iguales, por su pluma que en cada escrito trazaba con talento y soltura, adentrándose en los recovecos de las actividades más simples y nobles del campo chileno.
En su trayectoria literaria fue miembro de la SECH, Unión de Escritores Americanos, Pen Club de Chile. Diversos diccionarios literarios traen referencias sobre su personalidad, como el compuesto por el escritor y editor polaco Efraín Szmulewicz.
1990
Ese año, en uno de los salones de la Casa Colorada mi hermano escritor e investigador -Antonio Saldías González- lanzó su primer libro “Pichilemu: mis fuentes de información”. Me pidió dos cosas, que le tomara las fotografías de esa ocasión y que oficiará de guía, en la puerta principal en la calle Merced, a sus invitados, mientras él conversaba con los invitados más puntuales en el salón.
Ahí estaba, recibiendo a muchos conocidos hombres de letras, como a pichileminos amigos que -por razones de trabajo- estaban radicados en la capital. También, desde San Fernando llegó nuestro común amigo, el escritor y poeta José Vargas Badilla junto a su esposa. Y, también, su tocayo escritor pichilemino José Arraño Acevedo que habían viajado especialmente a Santiago a ese “lanzamiento” (quizás el primero en muchas décadas) de un libro dedicado a Pichilemu.
Tras recibirlos, saludarlos e indicarles el camino hacia el salón, volví a la puerta principal. Ahí estaba, y ya casi con la hora “señalada” en la invitación, veo y reconozco que, desde la calle Estado avanzaba un señor que solo había conocido por fotografías. Antes que él me hablara, le dije: “Padre Alberto …, soy hermano del autor y la ceremonia ya está por empezar. Pase por acá indicándole el pasillo que debía seguir. Me miró, y me preguntó quiénes había.
“Hay muchas personas conocidas del ámbito literario capitalino, también de San Fernando. De Pichilemu está el alcalde, y hace unos minutos su hermano José pasó junto a otros invitados … No fue más que eso, para detener sus pasos y a modo de excusa, me señaló. “Olvidé algo, vuelvo enseguida ….”.
Pasaron unos minutos y, como ya -al parecer- todos los invitados en su mayoría estaban en el salón a la espera del inicio, nos entramos e integramos, justo cuando el maestro de ceremonias anunciaba y empezaba a saludar a los invitados.
Mientras cumplíamos con nuestro cometido, de vez en cuando intentábamos ver entre los de última fila al sacerdote Alberto Arraño, pero finalmente no volvió …
Después, una vez terminada la ceremonia quise comentarle la situación a mi amigo José, pero junto a don José Vargas y esposa -por tener que regresarse a San Fernando en el último bus- según logré conocer se habían retirado un poco antes del término de la ceremonia …
Pasó un buen tiempo antes de conocer el epílogo de ese episodio …. Simplemente cosas de hermanos escritores …..
Fotografías: Archivos “Pichilemunews”.
