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Historia

Pichilemu: Saludamos a más de 300 años de historia en tres mujeres pichileminas y, a través de ellas a todas las mujeres en su Día  

Fuente: www.pichilemunews.cl 08.03.2025

Margarita González Rojas, Leonila González Becerra y Lucía Gaete Becerra, cada una de más de 100 años viven para contar muchas historias.

Con buena salud en general, salvo algunas condiciones que se malogran con el pasar de los años, se encuentran admirablemente bien de salud, de su mente en especial y viven rodeada -cada una- del cariño y atención de sus seres más cercanos.

A ellas y a través de ellas, “pichilemunews”, les expresa a todas las mujeres su saludo cordial con ocasión de conmemorarse el Día Internacional de la Mujer.

Nuestra comuna tiene el privilegio de contar con tres mujeres que pasaron el siglo de vida. Quizás haya algún caso en el campo que no hemos verificado, que haya sobrepasado esa cantidad de años. Si es así, nos alegramos que así sea y extendemos hacia ella nuestra admiración.

El hecho que haya tres mujeres -al menos identificadas y que conocemos en alguna medida, a unas más que otras- nos obliga a destacarlas y contar algunos trazos de su vida. Y -de mayor a menor- empezamos con ….

Margarita González Rojas

Margarita del Tránsito nació en San Fernando el 5 de agosto de 1924. Hija de don José Eclipcio González Guerra y de doña Sara Hortensia Rojas Jorquera; quienes tuvieron 12 hijos (3 mujeres y 9 varones), siendo Margarita la número 3 en la secuencia, de los cuales quedan 5 vivos: 2 mujeres y 3 hombres.

Estando en Placilla conoció a quien sería su esposo, con el cual se casó el año 1958 en San Fernando.

El año 1965, siguiendo a su esposo -Alejandro Rodríguez Abarca- que fue destinado a la Tenencia de Carabineros, llegan a Pichilemu con sus hijos Leonardo, Carlos, Eduardo; mientras que la menor, Margarita, en Pichilemu -al parecer antes de tiempo- pues nació en un parto en la casa que habitaban, sin asistencia médica. Su esposo -debido a su labor policial- había sido enviado a servir en la festividad de San Andrés, cuando se le ocurrió nacer a Margarita. Felizmente no hubo complicaciones.

Otra de sus hijas, Elena Angélica, falleció a los 4 meses de una Neumonía en 1964.

En tanto, Carlos y Eduardo fallecieron el año 1980; llevándose por 6 meses y 5 días, uno de otro. Carlos (18) falleció el 19 de enero y Eduardo (17) el 24 de julio; de una leucemia fulminante, y de un infarto, respectivamente.

Su esposo falleció el 8 de octubre de 2002

Vive junto a su hija menor, quien la cuida y atiende.

Con su hija menor, conocimos que, en su caso, todo estaba planificado para que naciera en Santiago, pero se adelantó. Cuenta que -en ese tiempo-vivían en el sector Infiernillo y que su madre pidió ayuda y un vecino -Don Camilo- llamó a Carabineros y éstos llegaron a ver qué pasaba cuando ya la “princesa” había nacido, que estaba aún toda embetunada y los carabineros que no se habían enfrentado a una situación así, en lugar de calentar agua para asear a la niña, calentaron parafina, por poco incendian la casa.

Uno de ellos se había casado recién y no pudo ir a su luna de miel, pues por la chambonada le dieron días de arresto como premio.

Ya en la noche, cuando llegó el personal desde Ciruelos, el Sargento Contreras le contó a su compañero, que tenía una hija, cosa que le costó creer, pues no estaba presupuestado que ello ocurriera antes de tiempo.

Margarita, nos confidenció que su padre siempre le hacía bromas de “que ella había nacido con las orejas pegadas”.

Consultada por el día a día de su madre, Margarita recuerda que su madre tenía muchas habilidades en artes en el colegio y sus profesoras siempre le decían a su madre (a su abuela materna) que aprovecharan esas habilidades y le dieran estudios. Y mi abuela le dijo que no porque más atrás venían nueve hermanos más que tenían que estudiar.

Sin embargo, esas habilidades las aplicó después y estuvo algunos años trabajando en la fábrica de la famosa Tienda “Los Gobelinos” (en Compañía esquina de Ahumada), en Santiago, donde era seca y muy valorada.

“Más tarde, como buena esposa y madre, digna, esforzada, generosa, altruista y honesta, nos hacía gran parte de la ropa. Incluso a mi papá.

Y no solo cosía, sino que tejía maravilloso. Es más, aún guardo algunas cosas que nos hacía”, nos cuenta entusiasmada y orgullosa su hija Margarita.

Su estado de ánimo cambió radicalmente cuando le hacemos ver que, paralelamente a su abnegación como esposa y madre, sufrió pérdidas muy dolorosas al ver partir tempranamente a tres de sus hijos.,

“Mucho, desde la muerte de mi hermana que me antecedió y que yo no alcancé a conocer, y más tarde la pérdida de dos de mis hermanos, tan jóvenes. Ella nunca se recuperó de esa pena. Recuerdo verla llorar todos los días de su vida, lo que me marcó mucho como hija. Creo que será un sufrimiento que seguirá sintiendo siempre”, nos dice con conformidad su hija Margarita.

¿Y su salud cómo está, Margarita?

Está bien dentro de todo; pero ha tenido muchos momentos críticos. Ha tenido 2 AV, uno en el año 2008 y otro en el 2012. Producto de caídas ha tenido dos fracturas a la pelvis y cadera. Por ello fue operada a los 95 años en 2019. Gracias a Dios no tiene enfermedades de base. Eso le ha favorecido bastante y estoy feliz que siga a mi lado. La amo y se lo demuestro día a día, ocupándome de ella, atendiéndola como solo ella se merece”, nos responde.

Leonila del Rosario

Más conocida como Yona, nació el 13 de octubre de 1924 en Pichilemu. Hija de Ramón González Gómez y Zoila Rosa Becerra González, quienes tuvieron siete hijos: Manuel, Leonila, Luis, Ernestina, Oscar, Clara y Virginia (Piquinita), quien murió el año 1951.

Estuvo desde muy pequeña ayudando a su madre que era sastre/modista, al tiempo que aprendiendo esas labores, mientras estudiaba las preparatorias en la Escuela de Mujeres.

Una vez que sus hermanos mayores -Manuel y Luis- se van a trabajar con un tío, y a vivir en su casa, la esposa del dueño de casa -hermana de su madre- la pide para que le ayude a atender a sus hermanos. Es así, que desde muy pequeña y sin terminar la primaria es enviada a Santiago donde la esperaban.

Sin embargo, sus deseos de terminar la Escuela la hacen regresar a Pichilemu. Y tras terminar la enseñanza primaria, llega a estudiar al Grado Vocacional, lo que le permite aprender aún más lo aprendido con su madre.

Vuelve a Santiago y, junto con llegar de nuevo a la casa de sus tíos, se emplea en una fábrica de confecciones. No obstante, amigos de la familia le presentan la oportunidad de independizarse y de realizar un emprendimiento con un local y capital que ellos mismos le facilitan.

Todo ello ocurre en la Población Buzeta, donde por el año 1947 entre el grupo de amigos en común, aparece quien sería su futuro esposo: el santiagüino Washington Saldías Fuentealba.

Tras pololear casi dos años, el año 1948 se casan por el civil, en tanto se suspende el matrimonio por la iglesia por la repentina muerte de quien sería su madrina, quien la había apoyado en su emprendimiento.

La joven pareja, ella de 24 y él de 22, se instalan con un restaurant, pero después de un par de años, deciden irse a Pichilemu e instalar un Café (“Caribe”) en la esquina de Avenida Ortúzar con Federico Errázuriz (propiedad que desapareció tras un incendio de hace un par de años). Llegan con dos de sus hijos, pero el aire marino hace crecer la familia a once, sin contar a tres hijos que murieron de meses a causa de la bronconeumonía en los años 50/60.

A raíz de las actividades de su esposo, quien incursionó en la política que lo llevó a la municipalidad lo llevó en tres ocasiones, la última como alcalde (1971-1975), en numerosas ocasiones fueron buscados como padrinos: Alrededor de 40 veces como madrina de matrimonio, de confirmación y de bautizo.

Enviudó el 30 de octubre de 1989.

A sus 100 años y meses de vida se mantiene con su mente intacta, la que ejercita leyendo el diario, revistas, sacando puzles, sopa de letras, viendo teleseries; capaz de contarle “de qué se trata” si se le instala al lado. Y, de vez en cuando, no le hace el quite a hacerle la “basta” a un pantalón y/o arreglar alguna prenda de ropa. Como a cocinar, porque -si ella no lo hace- siempre le encontrará un detalle: le faltó esto o lo otro, señala a modo de queja ….

Para ella es fácil recordar el número de nietos, biznietos y recordar las fechas de cumpleaños. Como, asimismo, incluso fechas de fallecimiento de seres cercanos.

Lucía

La menor de las tres mujeres que destacamos, nació en Pichilemu el 12 de diciembre de 1924. Prima en segundo grado de la anterior.

Hija de Juan Gaete y Carmen Becerra Meléndez. Fueron siete hermanos: Juana, Berta, Álvaro, Mercedes, Rubén, Neftalí y Lucía.

Una enfermedad al pulmón la tuvo varias veces hospitalizada en sanatorios capitalinos. Y, cuando estuvo sana, trabajó en Santiago por largo tiempo en una Residencial de ciudadanas francesas que recibía, exclusivamente, a europeos; lugar donde trabajaba Berta, una de sus hermanas mayores.

Posteriormente, se devolvió a Pichilemu a hacerse cargo del cuidado de su madre que hasta el día de su muerte vivió postrada en cama, falleciendo a los 106 años.

Hoy, desde hace unos años, vive solo con su sobrino Claudio, quien la cuida y asiste; al que crio como su hijo desde temprana edad.

Fotografías: Archivos “Pichilemunews”/MRG

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